Por: Rómulo Torre Toro
Opinión unánime: Michel Houellebecq (1958) es uno de los narradores franceses más importantes en las dos últimas décadas. La acidez de sus comentarios, la crítica descarnada que tira por los suelos toda esperanza romántica y la actitud abiertamente hostil a todo cuanto signifique "progreso humano", lo ubican como una figura polémica y, por supuesto, central para entender la sociedad posmoderna. Según el escritor francés, estamos en un período donde la vida tiende a la estandarización, donde todo debe ingresar en el sistema y alimentarlo. Su novela Ampliación del campo de batalla (2001) nos propone dos alternativas: o entrar en la Norma o alejarse de ella para ingresar en el Campo de batalla donde se organiza la resistencia. Pero esto suena demasiado utópico. Houellebecq parece preguntarnos: ¿resistencia a qué? ¿No nos damos cuenta de que resistir al sistema es consagrarlo? Es imposible salir de la Norma porque ella supone todo: incluso la probabilidad de algo que la niegue. Resistir, por lo tanto, es un sinsentido: queriendo escapar del vacío de la existencia normalizada, caemos justo en ella.
Ya que no podemos escapar a la Norma, ¿por qué entonces nos aferramos a momentos simbólicos de la historia, como Mayo del 68? La opción del cambio queda ridiculizada por las consecuencias que trajo consigo. En efecto, la sociedad post 68 está marcada por el consumismo, la pérdida de toda ilusión, el fracaso. Marcada por la soledad. La falta de objetivos de los sujetos es característica de los hermanastros que protagonizan Las partículas elementales (1999). Michel y Bruno van de tumbo en tumbo, tratando de evitar la descomposición de sus vidas, pero sin plantear alternativas viables, concretas. Al final, se dejan arrastrar por distintos estilos de vida que los condenan al abatimiento, al anonimato, al deterioro de las relaciones humanas. Pero la novela puede entenderse, también, como la historia de una familia disfuncional, cuyos hijos son los más afectados por las "libertades" alcanzadas en el Mayo francés. Así: una novela sobre "los secretos de familia del occidente posmoderno". O, más ampliamente: "el ocaso del pensamiento burgués [y] la ridiculez de los sistemas que se le han planteado y plantean todavía como alternativa".
Para ejemplificar mejor lo que se intenta decir, dos citas extraídas de La posibilidad de una isla (2005) servirán de forma más contundente:
Y, mucho más reflexiva:
"Se ha demostrado que [...] el dolor físico que acompañaba la vida de los humanos les era consustancial, que era consecuencia directa de una organización inadecuada de sus sistema nervioso, de igual modo que su incapacidad para establecer relaciones interindividuales que no fuesen de enfrentamiento resultaba de una relativa insuficiencia de sus instintos sociales con relación a la complejidad de las sociedades que sus medios intelectuales les permitían fundar" (pg. 150).
Para ejemplificar mejor lo que se intenta decir, dos citas extraídas de La posibilidad de una isla (2005) servirán de forma más contundente:
"El espectáculo Mejor con libertinas palestinas fue la cumbre de mi carrera; mediáticamente hablando, se entiende. Salí unos días de las páginas de Espectáculos de los periódicos para entrar en las páginas de Justicia/Sociedad. Hubo quejas de asociaciones musulmanas, amenazas de bomba, en fin, un poco de acción" (pg. 42).
Y, mucho más reflexiva:
"Se ha demostrado que [...] el dolor físico que acompañaba la vida de los humanos les era consustancial, que era consecuencia directa de una organización inadecuada de sus sistema nervioso, de igual modo que su incapacidad para establecer relaciones interindividuales que no fuesen de enfrentamiento resultaba de una relativa insuficiencia de sus instintos sociales con relación a la complejidad de las sociedades que sus medios intelectuales les permitían fundar" (pg. 150).
De esta manera, lo que afirma es que nada vale la pena, que todo lo que se intente será peor, que no perdamos el tiempo. La coyuntura política que atravesamos parece darle la razón. Por más intentos que haga la humanidad por redimirse, por explotar esa subterránea bondad que cree poseer, la Norma terminará por imponerse. Los románticos, los ingenuos, los reformadores: terminarán siendo los mejores (es decir, los peores) defensores del sistema. Insertados perfectamente en el mundo.
No escandalizarse: el cinismo es el estilo de Houellebecq. Plantear opiniones no como propuestas a discutir ni mucho menos con reservas. Todo lo contrario, el autor de Las partículas elementales escribe como si la historia fuera lo último que le importara y lo primero, las ideas. De hecho, pretende defender, con argumentos hábilmente desplegados, sus teorías y en torno a ellas estructurar sus historias. Teorías que van desde posturas misóginas y antislámicas, hasta la defensa más cerrada de la derecha. Es necesario reiterar: no escandalizarse. Aquí está lo más valioso de Houellebecq: menospreciar la opinión indiscutible, lo políticamente correcto, la fútil intención de quedar bien con todos. Esa actitud que trasmite en sus novelas y que corrobora en su vida cotidiana, como lo prueba su tan sonada desaparición, justo cuando tenía que dar una gira de entrevistas y conferencias por motivo de la publicación de su última novela El mapa y el territorio (Alfaguara, 2011). Houellebecq no es una estrella, como muchos quieren calificarlo. Mucho menos es un sobrevalorado. Es un hombre que quiere salvarse. Del mundo, de la literatura, de sí mismo.
La de arriba es una entrevista del año 2008, en España. Aquí podemos obtener un excelente perfil del narrador francés.