miércoles, 29 de agosto de 2012

Notas sobre Breve historia de la lírica inglesa de Cristhian Briceño




Por: Mateo Díaz Choza

La impresión que suscita un primer acercamiento a la poesía de Cristhian Briceño suele ser la del asombro. Asombro por el extremo cuidado del lenguaje, asombro por la vasta red de referencias literarias que abarca, asombro por la meditada y planificada concepción del texto como un conjunto orgánico. En Breve historia de la lírica inglesa (Paracaídas editores, 2012), su primer poemario, todas estas características se pueden apreciar con absoluta claridad. Es esta una apuesta que se halla a gusto en la tradición poética nacional; representante de una corriente que si bien no numerosa, se perfila como heredera de nuestros autores más importantes. Sin embargo, la lírica de Briceño también se emparenta con la de algunos escritores latinoamericanos —Borges (gran conocedor de la literatura inglesa), Martín Adán u Octavio Paz, por citar algunos ejemplos—; en la medida que se asume sin temores como parte de la tradición occidental (el título es una clara muestra de ello) e, incluso en algunos momentos, de la cultura de Oriente. El afán de universalidad siempre será polémico en naciones como la nuestra[1]. Si bien se puede afirmar que el texto aludido no se inmiscuye en las definiciones de la nacionalidad, al modo de Comentarios reales de Antonio Cisneros o Cementerio general de Tulio Mora; sí plantea el problema de la identidad desde la perspectiva del idioma: la utilización de formas tradicionales y la adopción, en ciertos pasajes, de un lenguaje arcaizante denota una consciencia marcada de la pertenencia a una comunidad lingüística, los hablantes de la lengua castellana.


Breve historia de la lírica inglesa nos remite a un proyecto, en apariencia similar: Breve historia de la música, el poemario publicado por Eduardo Chirinos en el 2001. Ambos plantean una estructura similar, ya que en el primero se toma como tema de cada poema a un poeta inglés; mientras que en el último, una pieza de la tradición de la música clásica occidental. No obstante, la diferencia más visible es que, mientras el poemario de Chirinos organiza los textos en base a un criterio cronológico de las obras referidas, este no puede aplicarse en sentido estricto al poemario de Briceño. Así, por ejemplo, Dylan Thomas (autor del siglo XX) se codea con autores bastante anteriores como Ben Jonson o Samuel Taylor Coleridge; mientras que Walter Ralegh, el autor que cierra el texto, es anterior al que lo inicia, John Donne. De este modo, es evidente que la concepción de historia empleada no busca corresponderse con la historiografía, ni aspira establecer una ordenación científica. Por el contrario, esta quedaría supeditada a la propia coherencia interna de los poemas, relegada a un criterio eminentemente estético. Si bien se realiza un homenaje a algunos de los representantes más connotados de la poesía inglesa —que se haría extensivo a toda su literatura—, el tema elegido no parece ser, por momentos, más que un motivo que el autor toma para poder dar rienda suelta al flujo poético. Las veintitrés voces que componen el poemario, aunque se diferencian en algunos casos por el estilo empleado, son una sola que comparte la misma actitud contemplativa frente a un mismo problema fundamental: la iluminación poética. En el tratamiento de dicho tema ingresan, por supuesto, otros tópicos de la tradición literaria. De ese modo, la inspiración tiende a mimetizarse con la trascendencia amorosa o con la llegada inminente de la muerte.

Una vez que se supera la alta valla del lenguaje y se atraviesa la tupida red intertextual, la poesía de Briceño muestra el que parece ser su propósito final: la creación y la representación de la belleza. Se menciona al término del poema inicial: “Te he dicho, y no te he dicho sino ausencias, / El dolor con su olor que hiede el coro. / Y, ya ves, / Mi lumbre alterno / Con temporadas / Sumido en la melaza del hastío”. Es signo de la poesía moderna, pero también está presente en parte de los autores clásicos, la conciencia de las propias limitaciones de la palabra: la vida se yergue ante uno y el lenguaje no puede sino falsificarla, otorgar una pálida copia de esta realidad. Por eso, la voz se resigna a decir “ausencias” y el contenido deja de ser importante. Sin embargo, entre las temporadas del hastío también aflora la “lumbre”, la inspiración, que ya no pretende —como en las épocas en que el lenguaje era sagrado— actualizar realidades en sí mismas, trozos de verdad; pero sí nos presenta la ofrenda más alta que puede obsequiarnos: su propia armonía.

Es evidente que detrás de esta “voz inspirada”, se encuentra la realización de un trabajo consciente del lenguaje. Es notable, como afirma Elio Vélez Marquina en las Palabras liminares, el dominio del ritmo verbal: a menudo fuertemente identificado con la tradición métrica clásica, por momentos transitando los límites del verso libre; pero siempre desde una cadencia contenida, opuesta a los tiempos trepidantes y agitados de buena parte de la producción contemporánea nacional. Es que la belleza de su poesía tiene un marcado clasicismo, una búsqueda de la armonía, un paulatino dominio de las tensiones. La medida los versos no representa un impedimento. Por el contrario, el autor se siente cómodo entre sus normativas, de manera tal que hace recordar a la voz lírica del segundo poema, sobre Alexander Pope. Dice el texto: “Frota un gajo de naranja / Contra tu lengua y dime / Si no es más amplia esta cárcel / Que arropa al océano y las tempestades”. Así, las limitaciones del verso medido, la “cárcel” del mundo en el poema, serían lo suficientemente generosas para que el poeta pueda representar aquello que quiera decir, sus propios “océanos” y “tempestades”. El contacto frecuente con la estricta métrica clásica hace que, al pasar a las formas más libres, la poesía de Briceño mantenga un molde armónico y equilibrado, lo que vuelve el tránsito entre ambos registros casi imperceptible.

Otro elemento importante de Breve historia de la lírica inglesa es el manejo magistral de la sintaxis, que se contrae o se expande a lo largo de los poemas: de corte más barroco en los primeros, de transparencia y limpidez penetrante en los textos que remiten a los autores más modernos. Los ejemplos del primer caso abundan y sería ocioso reiterarlos, baste la revisión de cualquiera de los poemas breves en los que se emplean estrofas tradicionales castellanas. Del segundo, es muestra suficiente el escrito sobre D. H. Laurence, en el que un motivo (“Dejarse caer sin palabras”) se expone dos veces: la inicial con absoluta sencillez, mientras en la final se insertan toda clase de incisos y complejidades metafóricas. Por último, el hipérbaton —la deliberada alteración del orden habitual de las palabras en una frase, sin que por ello cambie su significado— se convierte en el recurso empleado para que el lenguaje, incluso en los pocos momentos en que se vuelve sencillo y cotidiano, adquiera un carácter inconfundiblemente poético; como en la composición dedicada a Seamus Heaney: “No hay certezas / en mi corazón. / La belleza de los días / no la ignoro, / pero no me preguntes por ella”.

El poemario parte de una ficción, un acuerdo que el lector debe aceptar para ingresar al texto y disfrutarlo en todas sus posibilidades. El abundante material paratextual (dígase títulos, notas a pie de página e incluso algunos epígrafes) funciona como una guía, al otorgar muchas veces información que ayuda a comprender los referentes de los poemas. El carácter ficticio radica en que no es relevante si las notas son rigurosamente ciertas, sino que su presencia se halle acorde a los contenidos que glosan. Algunas de estas, al brindar fechas históricas precisas, o el propio título del poemario, al simular la presentación de un material de rigor académico, pueden inducirnos a creer que se tiene entre las manos un material “verídico”. Sin embargo, no se debe confundir el carácter literario, propio de un texto lírico, con el de otro tipo; ni una verdad científica, con una verdad poética. Por otro lado, es curiosa la forma en que los títulos —informativos sobre las obras o vidas de los autores referidos, redactados en un estilo prosaico y con una extensión desmesurada (que guarda ciertas similitudes con la escritura de Antonio Cisneros) — complementan los contenidos de los poemas. La descripción de los autores ingleses llega a ser por momentos muy cercana, casi familiar, probablemente con el objetivo de que el lector se atreva a ingresar en el mundo de estas figuras de la literatura universal, que han sido tan endiosadas y alejadas de las situaciones cotidianas. De ese modo, todo este material “prescindible” no establece el sustento teórico de la obra (como en el caso de La tierra baldía de Eliot); sino una relación lúdica entre obra y lector, más semejante a las famosas citas de textos fabulados por Borges o a la particular recreación de la realidad de Ricardo Palma, regidas ambas no por criterios de verdad histórica, sino por su verosimilitud. No obstante esto último, la presencia de las notas cumple una función bastante delimitada y puntual que evidencia la filiación clásica de su autor: la voluntad que el texto pueda ser entendido de la mejor manera por sus lectores, la demostración que cada acertijo pacientemente preparado lleva hacia una respuesta que a la larga será revelada.

Breve historia de la lírica inglesa es, paradójicamente, un breve recuento de las formas estróficas más importantes de la poesía castellana. A lo largo del poemario se emplean formas tradicionales como el pie quebrado, la espinela (en que se evidencia, por el tono y la dicción, el magisterio de Martín Adán), la silva, el soneto; para llegar finalmente a utilizar otras, que se incorporaron mucho después a nuestra lengua, como el haiku o el verso libre. De ello se desprende que el lenguaje de Briceño no es imitativo, pues recrea una tradición foránea sin calcar sus particularidades de forma mecánica, sino adaptándolas a los recursos que le son propios. Así el conocimiento de lo ajeno redunda en el descubrimiento de lo propio, la travesía se completa y el círculo se cierra. Más allá de sus vestiduras —ya sean suntuosas, ya sobrias—, su escritura se orienta a un asunto primordial, la propia creación poética, el modo para trascender la “melaza del hastío”. Este carácter autorreflexivo se entronca con la gran tradición de la literatura occidental (y en el Perú, pensemos nuevamente en Martín Adán) y marca el derrotero de la propuesta de Briceño. Su poesía se encuentra en la encrucijada de una verdad inhallable, una lumbre efímera; y en sus mejores momentos, cuando la técnica deja de ser una obsesión de aislada perfección, parece decirnos con voz, teñida de sabia resignación, que el camino recorrido puede ser tan meritorio y significativo como la meta misma. Sean estas palabras una invitación a escucharla y propicien el emprendimiento de esta difícil travesía que, sin embargo, sabrá recompensarnos generosamente.








Texto leído en la presentación del libro. 
[1] Recuérdese el célebre debate que sostuvieron al respecto José María Arguedas y Julio Cortázar.


martes, 28 de agosto de 2012

SENDERO LUMINOSO, LA HISTORIA DEL PERÚ Y EL PORVENIR DEL SENDERISMO




Por: José Ramos Bosmediano[1]
 
Actualmente asistimos en el Perú a una nueva “huelga de profesores” bajo la dirección de Sendero Luminoso, iniciada el 20 de junio en las regiones de Cusco, Puno, Lambayeque, Apurímac, Ancash, Huancavelica, Ucayali y Junín. Se trata de una huelga de profesores entre comillas porque es parcial en las indicadas regiones y mucho más parcial si comparamos el Perú con sus 26 regiones, con el agravante de que en Lima, donde se concentra la tercera parte del magisterio peruano en actividad, no hay ninguna paralización.  Pero debe considerarse también las comillas porque la organización que dice representar a los maestros peruanos, el CONARE, no es un sindicato sino una simple fachada política de Sendero Luminoso y su brazo político denominado MOVADEF, cuya existencia tiene, como único objetivo, la liberación de Abimael Guzmán Reynoso y el grupo de senderistas condenados y presos por crímenes de lesa humanidad, además de otros delitos. Es decir, exactamente condenados por uno de los motivos de carcelería de los ladrones y criminales Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Así como pretenden participar en las elecciones generales, también, desde el plano sindical, sus objetivos son las reivindicaciones políticas de sus jefes.  Las reivindicaciones que los maestros peruanos reclaman son, para los senderistas, mera coartada.

Una pequeña historia de los absurdos infantiles de Sendero Luminoso en los gremios

Para quienes hemos enfrentado a Sendero Luminoso en el plano de las ideas, sobre todo al interior del Sindicato Único de los Trabajadores en la Educación del Perú (SUTEP, fundado en 1972), la conducta actual del senderismo no es una novedad.  Siempre ha jugado al radicalismo infantil, en el sentido marxista de la frase, de tal manera que sus propuestas de paros o huelgas siempre pretendían adelantarse en las fechas a las que se aprobaban en los eventos del sindicato.  

Asimismo, cuando se discutía el desenlace o finalización de cada huelga, los senderistas señalaban que para suspenderlas habría que conquistar todo el Pliego de Reclamos, de manera que, para su absurda concepción de la táctica, todas las huelgas del SUTEP han sido traicionadas.  Pero nunca han calificado de traicionadas las huelgas de sendos sindicatos de la clase obrera donde ellos, hasta 1988, ejercían la dirección, pues finalmente perdieron esos gremios y estos dejaron de funcionar porque sus huelgas eran de duración infinita: los sindicatos “luchaban tanto” que, al final, desaparecían de la escena.  

Es también un buen ejemplo de su conducta la mostrada cuando se suspendió la huelga magisterial de 1978 con la firma de un Acta de Compromiso según la cual la dictadura de Morales Bermúdez  aceptaba el cumplimiento del Pliego de Reclamos del SUTEP y los dirigentes senderistas que integraban el Comité Nacional de Lucha estaban de acuerdo con esa negociación SUTEP-Gobierno; sin embargo, cuando el régimen incumplió su compromiso, Abimael Guzmán dio la directiva para que sus huestes califiquen como traidores a los dirigentes del SUTEP bajo la Secretaría General de Horacio Zeballos Gámez. 

Otro ejemplo: cuando me cupo ejercer la Secretaría General del gremio, la propuesta senderista fue iniciar la huelga nacional indefinida de 1991 el primero de marzo frente a la anulación de los derechos de los maestros por el, hasta entonces, gobierno constitucional del fujimorismo. Es decir, proponían el absurdo de empezar la huelga antes de la matrícula escolar, una circunstancia que hubiese permitido al régimen enfrentarnos con más fuerza con los padres de familia y facilitar el traspaso de estudiantes hacia las escuelas privadas, objetivo fundamental de la privatización educativa que el fujimorismo preparaba desde el shock del 8 de agosto de 1990.

Tanto durante la lucha del magisterio peruano por la conquista de una Ley del Profesorado (Ley 24029) en 1984, como durante la lucha huelguística de 1990 para modificar y perfeccionar dicha Ley (se conquistó la ley modificatoria 25212 y un nuevo Reglamento), los senderistas, desde sus postulados de guerra popular y  equilibrio estratégico, afirmaban que “la ley no se come”. Así demostraban no solamente su desprecio a las aspiraciones de las masas trabajadoras, sino, principalmente, una ignorancia total sobre las orientaciones estratégicas y tácticas de las fuerzas revolucionarias y progresistas en la conducción del movimiento social, incluso cuando se trata de la conquista de reivindicaciones concretas. 

Es sintomático que el senderismo haya ido perdiendo presencia en el magisterio y en el movimiento estudiantil universitario durante las décadas 1980 y 1990, precisamente cuando ellos afirmaban encontrarse a las puertas de la toma del poder. Lo que sucede en todos los movimientos revolucionarios triunfantes es lo contrario: el movimiento de masas, en sus formas sindicales y populares, es ganada a la lucha por el poder, se multiplica y expande hasta convertirse en factor decisivo para acorralar a la clase dominante. Se convierte en reserva social para la lucha decisiva.  Resulta que el senderismo, cuanto más pregonaba el “equilibrio estratégico”, más se aislaba de los trabajadores, campesinos e intelectuales progresistas. Es que el senderismo nunca fue una alternativa correcta para las masas; ni fue un partido revolucionario marxista.  Hasta el pensamiento de Mao fue puesto de barriga, pues el revolucionario chino en ningún momento mandó matar a los componentes del pueblo. Tampoco a los de las clases dominantes. Los que murieron fueron quienes participaron en los combates, como producto del enfrentamiento y no de decisiones salidas de una necesidad de matar. Asesinar, incluso, a componentes de la izquierda no dispuestas a hacer suya la aventura militarista del senderismo.  Para Sendero Luminoso no había mejor heroicidad que matar a personas indefensas, fuera del contexto de la lucha de clases entre oprimidos y opresores. Desde esta concepción (la violencia purifica, diferente a decir que constituye la partera de la historia) se explican tanto las matanzas de SL, como las matanzas del Grupo Colina de Fujimori y Montesinos. 

Desde principios del presente siglo el senderismo empezó a reactivarse nuevamente en el SUTEP, especialmente durante la huelga nacional del gremio del 2003.  Desde entonces, empezó recuperar los escenarios que había perdido en la confrontación con la fuerza política que tiene mayoría en la dirección del SUTEP.  No solo empezó a recuperar, sino a ampliar su hegemonía en aquellas zonas.  Tuvo a su favor la falta de un debate permanente, de un deslinde en el seno de los maestros, en las bases.  El senderismo dejó de asistir a los eventos del SUTEP, pero se concentró en las propias filas de los maestros, levantando las aspiraciones de estos con la misma radicalidad con la que se luchó en la década de los 70, 80 y 90 para unificar a los maestros y enfrentar a los dueños del poder. Dueños que se niegan a resolver los álgidos problemas económicos, sociales y profesionales de los docentes peruanos. Cuando el diálogo se convierte en el medio privilegiado de la relación con la patronal, pero no produce más que una larga espera, en los trabajadores se genera una comprensible decepción.  La prédica radical, aun cuando sea muchas veces descabellada y carente de una orientación adecuada para la lucha sindical, encuentra recepción.  Es lo que está ocurriendo hoy con la orientación de Sendero Luminoso y su confrontación con la dirección del SUTEP.

Los factores favorables para el senderismo

El primer factor lo encontramos en las profundas desigualdades económicas, sociales y culturales que se mantienen en el Perú, producto del neoliberalismo que se ha impuesto y que las clases dominantes consideran como el único modelo posible, la clave del progreso, el desarrollo y la modernidad. Una concepción que se ve con mayor claridad en el caso del Proyecto Conga, en Cajamarca.  Esta desigualdad nos está arrastrando a una polarización social, aunque con escasa polarización política. No hay una fuerza opositora de izquierda capaz de ganar, a las más amplias capas de la población descontenta, a posiciones de izquierda que vayan más allá de las poses liberales socialdemócratas.  En este escenario, el senderismo sigue apareciendo como una opción de lucha consecuente para segmentos de trabajadores desesperados por su precaria situación salarial y mucho más cuando, desde los gobiernos, la prensa y hasta cierta capa intelectual, son injustamente vilipendiados y culpados como autores de la actual crisis educativa.  Si hay alguien que se levanta contra este oprobio, sin concesiones frente los opresores, indudablemente puede ser no solamente escuchado, sino considerado como líder natural para su lucha. A pesar de las absurdas orientaciones en el interior del magisterio peruano, Sendero Luminoso está cumpliendo el papel que otras fuerzas no hacen con suficiente fuerza.  

El segundo factor es el tipo de deslinde que la derecha, desde el gobierno, la prensa y otras instancias institucionales, ha venido presentando para combatir a Sendero Luminoso.  Estos sectores, preocupados más por derrotar a los sindicatos que luchan, han tomado el enfrentamiento con SL como un medio para sus objetivos antisindicales.  Sus acusaciones a los gremios como infiltrados por Sendero Luminoso y prueba, por tanto, de su ilegitimidad para representar a los trabajadores, no ha hecho más que favorecer al senderismo. Como cuando los apristas, durante la huelga magisterial del 2003, dieron cabida a Huaynalaya en su propio local de Alfonso Ugarte, porque los “sectarios” de Patria Roja no les daban cabida en su local. En ese mismo deslinde, la derecha y ciertos dirigentes sindicales y políticos de izquierda creen ingenuamente que derrotarán al senderismo acusándolo de criminales, sin definir bien qué concepción les lleva a ese tipo de comportamiento. El título del reciente libro  del antropólogo Gonzalo Portocarrero, Profetas del odio (Fondo Editorial PUCP, 2012), puede describir acertadamente la conducta senderista, pero da la connotación de la unilateralidad en el análisis del problema, lo que se convirtió en un factor de mayor cohesión entre los senderistas.  No se debe olvidar que las mayorías, cuando buscan sus reivindicaciones, no se sujetan a los escrúpulos de las clases dominantes ni de ciertos intelectuales “decentes” y “académicos”. Ellas siguen a los más dispuestos a reivindicarlos con su lucha. Si el deslinde se hubiese dado, durante el lago período de fundación y consolidación del SUTEP apelando a los insultos contra Sendero Luminoso, este no hubiese sido arrinconado en el magisterio. Hoy parece que ha ganado más cuerpo que en sus mejores años de actividad político-militar.  Pero la derecha es no solamente reaccionaria, sino torpe, pues en estos momentos viene presentando en el Parlamento un proyecto de Ley para que los condenados por terrorismo sean inhabilitados políticamente de por vida, lo que no proponen ni para los ladrones del Estado ni para los narcotraficantes.  ¡Cómo se nota su miedo o su incapacidad para debatir con Sendero Luminoso!

El fracaso de Sendero Luminoso

Las revoluciones triunfantes son aquellas que se sustentan en una teoría revolucionaria y en una práctica coherente con ella.  Sendero Luminoso surgió, qué duda cabe, como una fuerza con pretensiones revolucionarias, como toda organización basada en el marxismo.  Que su interpretación distorsionada de la teoría le haya conducido a donde se encuentra hoy, es parte de las contradicciones que ocurren entre la teoría y la realidad, entre las leyes objetivas de la revolución y la equivocada percepción de esa realidad y las propuestas para cambiarla.

Lo anterior se nota, inclusive, cuando se estudia las contradicciones entre los dos principales partidos durante el proceso de la revolución francesa.  Si en ese proceso hubiesen dominado  los girondinos con Mirabeau y no los jacobinos con Rosbespierre, la revolución francesa no hubiese pasado de ser un acontecimiento pasajero, episódico.  Por algo en América Latina la única revolución triunfante, hasta hoy, es la cubana, basada en la teoría de la lucha de clases y el manejo de la estrategia y la táctica con mucha solidez científica, como lo demuestra y explica Fidel Castro en sus dos últimos libros: La victoria estratégica y La contraofensiva estratégica. 

El senderismo se aferró, desde sus inicios, a la experiencia revolucionaria de China bajo la orientación maoísta, en una realidad que podría haber tenido similitudes en la composición de las clases con la realidad peruana de antes de 1970, pero que después cambió con el derrumbe y derrota de los terratenientes.  Dogmáticamente el senderismo ha planteado una revolución antifeudal como si el Perú no hubiese cambiado. Pero, contrariamente a este postulado, su política de alianzas no se basaba en un movimiento campesino organizado, ni su supuesto carácter de partido proletario tenía un sustento real en la clase obrera.  Peleó contra todos y los militares le ganaron la partida organizando las paramilitares rondas de autodefensa.  Carecía de amigos en la izquierda porque todos eran “enemigos del pueblo” y mataban a sus militantes. Su concepción infantil, anarquista y militarista le llevó a la derrota, de la que pretende levantarse con los mismos métodos. Su presencia en el SUTEP busca quitarle el sindicato a Patria Roja. Ese es su único objetivo, aunque diga defender los derechos de los maestros. 

El 29 de mayo Condori estuvo en el evento del SUTEP y, cuando la mayoría de delegados aprobó el Paro Nacional para el 12 de junio, él decidió decretar la huelga desde el 20 de junio.  No tiene, pues, ninguna consistencia organizativa, pues si se parte de los principios clasistas es incongruente incumplir con el acuerdo de las mayorías (principio del centralismo democrático): anarquismo puro.

Hoy se encuentra haciendo no una huelga del sindicato, sino propia, la de Sendero Luminoso, para buscar la libertad de Guzmán Reynoso y otros senderistas presos. El resultado práctico es la división del gremio, su debilitamiento y el caro favor que le hace a la reacción, como ya lo hizo, destruyendo decenas de sindicatos obreros que en algún momento controló, a la vez que desorganizando al pueblo urbano y a los campesinos con su irracional prédica violentista. SL está ilusionado con el acatamiento de su huelga.  Pero su anarquismo es su propia derrota.  Por un Lado, Huaynalaya y su grupo, expulsados por traidores; por otro, Condori como nuevo grupo al mando de Oswaldo Esquivel, quien viene desde la fundación del SUTEP y que fue el lazarillo de Huaynalaya, pero hoy está en el Comité Nacional del MODAVEF dirigiendo a Condori.  

La primera regla para encabezar una lucha es la unidad de quienes dirigen.  Si los dirigentes están divididos, simplemente están engañando a las masas, pues sus problemas personales y de grupo las desorientan.  En el caso de los senderistas, los dos bandos aplican sus propias consignas sectarias contra sus enemigos internos. 

Recuerdo mucho que en la huelga nacional de 1991, tuvimos tres sectores de izquierda en el Comité Nacional de Lucha, uno de ellos, los delegados senderistas; pero nunca dejamos de estar unidos contra la política del fujimorismo, aunque, para no olvidar su anarquismo, los senderistas no quisieron acatar el levantamiento de la huelga a los 109 días, aunque su número se había reducido a una vereda en la Lima de aquel entonces, que gritaba para que la prensa los escuche y digan que el SUTEP estaba dividido o que Sendero Luminoso dirigía el sindicato.  Hoy veo a un parlamentario de Solidaridad Nacional que, en aquel tiempo, era uno de los que, desde un Canal de TV, repetía como lorito semejantes mentiras. 

El fracaso de Sendero Luminoso, en la lucha política y sindical, no se dará porque le repriman de la peor manera, sino porque sus concepciones sobre la lucha revolucionaria y la conducción del movimiento de masas son erróneas.  Deslindar con los senderistas obviando esas concepciones y solo insultándoles de criminales carece de eficacia. Las condiciones en que se encuentra el Perú propician también la aparición y cierto desarrollo de movimientos anarquistas y hasta terroristas.  El terrorismo como categoría política no es un insulto, sino la calificación de ideas y acciones que reemplazan el accionar consciente de las masas con la actividad violentista, “heroica”.  Como dijo Lenin a fines del siglo XIX: “ese no es nuestro camino”.  

El SUTEP no tiene apellido ni sustitución

Una mala costumbre de los anarquistas al interior del SUTEP es formar grupos con nombre propio.  En el caso de Sendero Luminoso, su organización fue siempre la llamada Coordinadora Clasista Magisterial, en la que se aglutinaban otros grupos anarquistas.  Esa fachada se desprestigió y fue derrotada. Hoy han salido con el CONARE-SUTEP, pretendiendo asignarle el papel de reconstructora del sindicato. 

El CONARE no puede reconstruir nada, pues el SUTEP tiene una estructura organizativa definida y una orientación clasista establecida desde su fundación. Que se pueda reorientar su accionar para darle mayor contundencia programática, que se requiera reorganizar sus bases en cada escuela, son tareas urgentes y eso puede ser posible sin cambiar la estructura organizativa ni los principios del sindicato. El CONARE no está en condiciones de promover esas tareas, pues su propia concepción anarquista es contraria a toda orientación sistemática.  A lo mucho podría tener hegemonía en algunos lugares, como lo tiene hoy, pero esa hegemonía no fortalecerá al gremio; más bien facilitará su división y su liquidación, como ocurrió en los casos que hemos mencionados.

En consecuencia, los maestros peruanos deben unirse más en torno a su sindicato y, desde dentro, producir los cambios necesarios para dinamizar y reorientar el trabajo organizativo, la lucha directa y la lucha pedagógica. El destino del SUTEP no pasa por el CONARE ni por los grupos anarquistas que se cogen de las banderas de Sendero para pescar algo, como viene ocurriendo con los trotsquistas del denominado Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que está llamando a plegarse a la huelga del senderismo.  

Pero tampoco el destino del SUTEP podría estar en las manos de grupos de derecha o afines, pues esos sectores han sido, muchas veces, aliados ocasionales de los senderistas con la finalidad de, supuestamente, derrotar a Patria Roja.  Por lo demás, son los culpables reales de la situación precaria de los maestros, de la educación y del país, pues siempre han estado enquistados en el poder y en el Gobierno. 
 



[1] Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, ex Secretario General del SUTEP (Perú), miembro de la Red SEPA (Canadá), fundador del Frente Popular de Loreto (Perú).