miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un cínico francés: Michel Houellebecq



Por: Rómulo Torre Toro

Opinión unánime: Michel Houellebecq (1958) es uno de los narradores franceses más importantes en las dos últimas décadas. La acidez de sus comentarios, la crítica descarnada que tira por los suelos toda esperanza romántica y la actitud abiertamente hostil a todo cuanto signifique "progreso humano", lo ubican como una figura polémica y, por supuesto, central para entender la sociedad posmoderna. Según el escritor francés, estamos en un período donde la vida tiende a la estandarización, donde todo debe ingresar en el sistema y alimentarlo. Su novela Ampliación del campo de batalla (2001) nos propone dos alternativas: o entrar en la Norma o alejarse de ella para ingresar en el Campo de batalla donde se organiza la resistencia. Pero esto suena demasiado utópico. Houellebecq parece preguntarnos: ¿resistencia a qué? ¿No nos damos cuenta de que resistir al sistema es consagrarlo? Es imposible salir de la Norma porque ella supone todo: incluso la probabilidad de algo que la niegue. Resistir, por lo tanto, es un sinsentido: queriendo escapar del vacío de la existencia normalizada, caemos justo en ella.

Ya que no podemos escapar a la Norma, ¿por qué entonces nos aferramos a momentos simbólicos de la historia, como Mayo del 68? La opción del cambio queda ridiculizada por las consecuencias que trajo consigo. En efecto, la sociedad post 68 está marcada por el consumismo, la pérdida de toda ilusión, el fracaso. Marcada por la soledad. La falta de objetivos de los sujetos es característica de los hermanastros que protagonizan Las partículas elementales (1999). Michel y Bruno van de tumbo en tumbo, tratando de evitar la descomposición de sus vidas, pero sin plantear alternativas viables, concretas. Al final, se dejan arrastrar por distintos estilos de vida que los condenan al abatimiento, al anonimato, al deterioro de las relaciones humanas. Pero la novela puede entenderse, también, como la historia de una familia disfuncional, cuyos hijos son los más afectados por las "libertades" alcanzadas en el Mayo francés. Así: una novela sobre "los secretos de familia del occidente posmoderno". O, más ampliamente: "el ocaso del pensamiento burgués [y] la ridiculez de los sistemas que se le han planteado y plantean todavía como alternativa".

Para ejemplificar mejor lo que se intenta decir, dos citas extraídas de La posibilidad de una isla (2005) servirán de forma más contundente:  

"El espectáculo Mejor con libertinas palestinas fue la cumbre de mi carrera; mediáticamente hablando, se entiende. Salí unos días de las páginas de Espectáculos de los periódicos para entrar en las páginas de Justicia/Sociedad. Hubo quejas de asociaciones musulmanas, amenazas de bomba, en fin, un poco de acción" (pg. 42).

Y, mucho más reflexiva:

"Se ha demostrado que [...] el dolor físico que acompañaba la vida de los humanos les era consustancial, que era consecuencia directa de una organización inadecuada de sus sistema nervioso, de igual modo que su incapacidad para establecer relaciones interindividuales que no fuesen de enfrentamiento resultaba de una relativa insuficiencia de sus instintos sociales con relación a la complejidad de las sociedades que sus medios intelectuales les permitían fundar" (pg. 150).

De esta manera, lo que afirma es que nada vale la pena, que todo lo que se intente será peor, que no perdamos el tiempo. La coyuntura política que atravesamos parece darle la razón. Por más intentos que haga la humanidad por redimirse, por explotar esa subterránea bondad que cree poseer, la Norma terminará por imponerse. Los románticos, los ingenuos, los reformadores: terminarán siendo los mejores (es decir, los peores) defensores del sistema. Insertados perfectamente en el mundo.

No escandalizarse: el cinismo es el estilo de Houellebecq. Plantear opiniones no como propuestas a discutir ni mucho menos con reservas. Todo lo contrario, el autor de Las partículas elementales escribe como si la historia fuera lo último que le importara y lo primero, las ideas. De hecho, pretende defender, con argumentos hábilmente desplegados, sus teorías y en torno a ellas estructurar sus historias. Teorías que van desde posturas misóginas y antislámicas, hasta la defensa más cerrada de la derecha. Es necesario reiterar: no escandalizarse. Aquí está lo más valioso de Houellebecq: menospreciar la opinión indiscutible, lo políticamente correcto, la fútil intención de quedar bien con todos. Esa actitud que trasmite en sus novelas y que corrobora en su vida cotidiana, como lo prueba su tan sonada desaparición, justo cuando tenía que dar una gira de entrevistas y conferencias por motivo de la publicación de su última novela El mapa y el territorio (Alfaguara, 2011). Houellebecq no es una estrella, como muchos quieren calificarlo. Mucho menos es un sobrevalorado. Es un hombre que quiere salvarse. Del mundo, de la literatura, de sí mismo. 





La de arriba es una entrevista del año 2008, en España. Aquí podemos obtener un excelente perfil del narrador francés.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Democracia y Mercado: tensiones irreductibles



Por: Jorge Duárez

En el trabajo titulado Democracia ¿Gobierno del Pueblo o gobierno de los políticos? José Nun (2002) hace referencia a un hecho que llama la atención: la historia nos muestra que ha existido capitalismo sin democracia (Hitler, Mussolini, Pinochet), más no democracia en su versión moderna sin capitalismo. Para Nun esta relación afronta una tensión inevitable que demanda un compromiso entre los diferentes sujetos involucrados en los procesos sociopolíticos y económicos, el cual haga posible el sostenimiento de la relación democracia-mercado. El contenido básico de dicho compromiso consistiría en que: los que no poseen instrumentos de producción aceptan la institución de la propiedad privada del capital social, mientras que los que poseen instrumentos de producción aceptan instituciones políticas que permitan a otros grupos exigir efectivamente sus derechos a la repartición de los recursos y a la distribución de la renta (Przeworski y Wallerstein, 1989).

Esta idea del compromiso nos sugiere una serie de interrogantes: ¿Qué rol cumple el Estado en dicho compromiso? ¿Quién define quiénes participan en el compromiso? ¿Es un compromiso limitado sólo a los intereses de los sujetos involucrados? ¿Qué pasa con aquellos que quedan fuera o subordinados al compromiso? Si bien no arriesgamos acá respuestas para cada una de estas interrogantes podemos sostener siguiendo a Nun (2002) que la consecución de dicho compromiso es el resultado de negociaciones y de luchas pasadas y presentes y requieren múltiples justificaciones políticas, ideológicas e incluso éticas, conforme a las tradiciones de la “colectividad” de que se trate, a sus marcos institucionales y a los conflictos concretos que se susciten. Nada sencillo ¿cierto?

Ahora bien, el mantenimiento de este compromiso en el contexto histórico actual, en donde el mercado asume su versión neoliberal, se vuelve más problemático. Para comprender esto hagamos explícito uno de los principales dogmas del neoliberalismo, el cual nos dice que las ventajas que se brindan a los inversionistas privados (exoneración de impuestos, flexibilización laboral, reducción estándares de cuidado ambiental, etc.) son costos necesarios que la sociedad en su conjunto debe asumir si desea crecimiento económico y progreso. Si los derechos laborales, el cuidado al medio ambiente y el pago de impuestos son asumidos como “sobre costos” para la inversión y, por ende, como frenos para el progreso ¿qué espacio queda para la redistribución de la riqueza? El neoliberalismo al convertirse en la negación del Estado de Bienestar europeo o de los Estados populares latinoamericanos termina asfixiando a la propia democracia.

Dicho lo anterior vale enfatizar que la tensa relación entre democracia y mercado no se reduce al marco de los intereses económicos de los sujetos. Las justificaciones que demanda dicha relación necesariamente involucran al mundo simbólico, es decir, normas y valores. Esto se evidencia por ejemplo si al reflexionar en torno al neoliberalismo superamos aquella concepción que la reduce a una política económica, pasando a concebirla como una forma particular de organizar lo social.

Las normas y valores que justifiquen el compromiso pactado entre democracia y mercado buscarán dominar los antagonismos que puedan acabar con aquél. Este intento de dominio siempre será precario, lo cual será evidenciado por los conflictos sociales que surjan y las regiones marginadas del compromiso. Todo esto podemos identificarlo como aquellas apariciones espectrales a las que Zizek (2003) hace referencia: La realidad no es la “cosa en sí”, sino que está ya-desde siempre simbolizada, constituida, estructurada por mecanismos simbólicos, y el problema reside en el hecho de que esa simbolización, en definitiva, siempre fracasa, que nunca logra “cubrir” por completo lo real, que siempre supone alguna deuda simbólica pendiente, irredenta. Este real (la parte de la realidad que permanece sin simbolizar) [En nuestros términos aquello que queda fuera del compromiso] vuelve bajo la forma de apariciones espectrales.

El compromiso que defina la relación entre democracia y mercado estará constituido por tensiones irreductibles, no superables, ya que su propia constitución supone la exclusión de ciertos sujetos. Ejemplos de esto son los “indignados” frente a la crisis global o algo más cercano a nosotros, el conflicto alrededor del proyecto minero Conga en Cajamarca.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El Beat y sus fenómenos retóricos



Por: Diana Lavalle Espinoza

“es más fácil vivir con los ojos cerrados”
John Lennon

Hablar del beat. Tanta vida en datos imprescindibles y tan poco orden personal para referirme a ellos. Es este un intento por seguir ciertos lineamientos generales que me permitan alcanzar el entendimiento del lector. Tengo una preocupación impropia del asunto, digamos que nada beat.
Como fenómeno de post-guerra, nace con el relajamiento de costumbres frente a la descontrolada forma en la que los industriales, junto al modelo capitalista, crecieron luego de su victoria sobre las Potencias del Eje. Como generación, vive afectada por los modelos que muestran la perfección humana tras el consumo, la deficiencia en la libertad de acción: sólo existes si consumes.
En su primera generación, el beat expresó su rechazo ante el fenómeno industrial y consumista con un aislamiento total, con un vómito sangriento en cada respuesta y en cada definición de lo que podía ser el motor de las masas. La segunda generación formó prototipos, no sólo les interesaba crear un pensamiento propio y compacto que los inmunizara frente a los medios de comunicación masiva - cuyo afán era embutir la idea de consumo por cualquier orificio del cuerpo -, sino que además se interesaron en proyectar un espectáculo romántico de cómo deberían ser las cosas. Con sus actitudes amorfas constituyeron la retórica del bando en contra. Dieron lugar a la aparición de estilos de vida como el hippy y los punk, contrarios entre sí, pero ligadas en las circunstancias de su origen.
Lo que nos llega del beat deja de ser fenómeno creciente y tiene ya todos los lineamientos de un movimiento. Puede que en su primera edad no tuviera la intención de generar un mensaje y no aspirara a ser portador del cambio social; pero, finalmente, algo sucedió, algo engancho a la gente e hizo crítica ese rechazo, hecho que no significaba que trazaran un campo de combate. Actualmente, ¿qué es lo beat?, ¿qué reconocemos como tal? Se puede identificar como beat toda forma contracultural, todo grito que resulte revolucionario entre las formas comunes. Por lo tanto, debemos entenderlo como todo nuevo fenómeno de rechazo ante una realidad imperante.


Entonces surge la pregunta: ¿qué sigue al beat?
Su retórica se mantiene en nuestro sistema de consumo. Hoy por hoy es lo que siempre criticó: es la moda, lo popular, lo que todos quieren ser, como todos quieren verse y actuar en el afán de ser distintos. Pero una pregunta proyectada desde la mente de Kurt Cobain persigue a los que buscan respuestas: ¿se puede ser popular sin perder la esencia? Si bien en un inicio el beat causó rechazo, pudores e indiferencia, en la década del noventa encuentra un renacimiento en el movimiento alternativo que asimila y desarrolla su retórica. Lo que diferencia a ambas etapas es la inmersión de lo alternativo en la escena de consumo, convirtiéndose en el modelo fomentado por una industria alejada del nicho contracultural. Lo que comparten es la actitud arrogante del ser diferente. Por ejemplo, el tópico de la creación apoyada en el consumo de drogas. Si el LSD fue el motor para la creación del beatnik, la heroína y el éxtasis acompañaron la imagen depresiva y la genial altivez de los personajes alternativos.
Lo que se producía casi en un acto de destrucción creadora, para las nuevas generaciones no son más que recursos técnicos para el entretenimiento. Tomemos como ejemplo a la banda Velvet Underground junto a la alemana Nico, ambas bajo la dirección de Andy Warhol, creando el primer concierto multimedios, con la proyección de videos superpuestos sobre la banda y un gran despliegue de luces. En 1992, durante su gira mundial, la banda U2, los nuevos hippies que incitan a las masas a mejorar el mundo condonando deudas a países subdesarrollados y hablando de cómo prevenir el calentamiento global, idean ZOO Tv, con escenarios enmarcados por pantallas gigantes que no sólo presentan arte audiovisual, sino también se pueden ver programas de televisión en directo y hasta enlazarse vía microondas con un enviado especial en Kósovo, zona de conflicto donde el gobierno norteamericano intervino más de lo que debió.
Creo haber logrado distinguir hasta ahora tres generaciones beat. La primera desarrolla un pensamiento en épocas de transición frente a la conformación de una sociedad consumista; la segunda, más activa, crea nuevos conceptos y formas de vida “mejores” y hace un llamado al cambio. El tercer beat, la forma alternativa instalada en la década del noventa, no le teme a la popularidad, no vive aislado, sale al mundo pero no con interés de cambio, sino de destrucción, porque sostener el peso de una sociedad aborrecida los hace ser conscientes de que el verdadero cambio está en morir. Su retórica no busca el nirvana del pensamiento, busca el fin de la vida, porque es una construcción que ya no puede idealizarse. En la muerte está el romanticismo de lo nueva vida.
En otras palabras, beat fue la reacción de los cincuentas ante la realidad de un industrialismo paternalista que guiaba y orientaba la vida de las masas. En los sesentas estalló el boom, desarrolló armas y vehículos para cambiar el mundo. El fenómeno alternativo de los noventas juega con su retórica, la asimila, pero no propone nuevas formas de vida o costumbres; lo que busca es un escape en la muerte, el desaparecer ante la saturación de un entorno degenerado. Puede que tal vez, luego de tres intentos de cambio, el último beat comprendiera el impostergable avance de la sociedad de consumo. Puede ser, tal vez, que ser tragados por la bestia definiera su identidad destructiva, donde el único paso para el bienestar reside en la extinción.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Un intento fallido



Por: Jesús Jara

Si  esta novela es la que más le ha costado escribir a Fernando Ampuero, pues tendría que preocupar a sus lectores y, sobre todo, a sí mismo. Con su más reciente libro, El peruano imperfecto (Alfaguara, 2011), podemos intuir cómo funciona el mundo literario limeño, o cómo funciona el medio de las críticas y reseñas de los diversos diarios capitalinos. La novela empieza con una advertencia que creemos extraña, porque la ficción está en todo y todo es ficción. La literatura, actualmente, juega en el límite entre la realidad y la ficción. Sin embargo, deja constancia que “Esta es una obra de ficción. Sus personajes principales, Pedro José de Arancibia y Amanda MnNeil, quizá parecen verdaderos, o parcialmente verdaderos, pero no lo son”.
El libro se construye en tres planos diferentes. El primero está compuesto por fragmentos del diario del protagonista:
“No es así. No somos una nación, sino varias naciones. Y en lo que concierne a mi nación, la mestiza, fruto accesorio de la Conquista, somos una nación perdida [...]. Si unos siglos atrás se mencionaba esta palabra, Pirú o Perú, el habitante de otros mundos pensaba en los incas, El Dorado o el Cusco, o bien imaginaba la Lima vista por los viajeros, europeos y decimonónicos, y por Ricardo Palma, las tapadas y algunas leyendas pintorescas. Ahora, para nativos y extranjeros, la traducimos en imágenes: pisco sour, cebiche, papa a la huancaína, Titicaca, Vargas Llosa, Machu Picchu, líneas de Nazca, líneas de cocaína” (Diario).
Frases como estas se relacionan, aparentemente, con las palabras que el mismo autor brindó en diversas entrevistas. En la realizada por Carlos Sotomayor, para La República, Ampuero señala lo siguiente: “Entonces, quería poner un personaje de la clase media alta, digamos, que está en conflicto con sus medios y con estos cambios. Algunos consideran que son cambios buenos, pero la mayoría los ve como cambios malos. Por ejemplo, está el hecho de que esta ciudad, que de un millón de habitantes saltó a los 9 millones, se ha llenado de una cantidad de lacras, problemas,  microbuses, humo, contaminación, violencia y, sobre todo, malos modales: la gente haciendo la pila en la calle. Esta fue la premisa original: hay un estado de ánimo frente a las grandes transformaciones sociales que ha vivido mi personaje, el peruano imperfecto. Y él siente que ya no encaja en los nuevos códigos de conducta de la ciudad”.
Al acabar de leer la novela nos quedamos con la sensación de que aquellas palabras nunca son atendidas totalmente por Pedro José, el cual presta –por mecanismos del autor- más atención al segundo y tercer plano de la historia. El primero de estos nos da a conocer la vida actual del protagonista, jefe de la unidad de investigación de El Comercio, así como también escritor en su fuero interno. Entre periodista y escritor, al personaje se lo toma en consideración por sus logros informativos, como el haber destapado el problema de las firmas falsas para la campaña presidencial de Alberto Fujimori en el 2000, o develar a los infinitos corruptos que se encuentran en el mundo militar y político. Pedro José, personaje más del siglo pasado que del actual, presenta una ética de oficio que linda con lo acartonado y conservador: “No confíen en nadie. Ni siquiera en el ciudadano honrado y de ufano espíritu ético que se empeña en realizar buenas acciones. Él también persigue un interés: sanear a la comunidad. Supuestamente un interés plausible, pero un interés como cualquier otro. Las buenas intenciones son otra de forma de la codicia y, como dice bien el refrán, de ellas está sembrado el camino que nos lleva al infierno”. O más adelante: “¡Cuidado, las coimas están picando en el área!, los instruía. ¡Hay que  luchar contra esa gente que piensa que todos tenemos un precio! Y complementaba: un caso bien investigado puede tumbarse a un gabinete ministerial y hasta a un presidente, como sucedió en Watergate. ¡Miren ustedes si esta vaina que hacemos no es importante!”.
El segundo plano actual queda detenido, un 16 de febrero de2003, para dar paso al tercero: la infancia, juventud, adolescencia, adultez y madurez de Pedro José. Presentada como una novela de aprendizaje por la crítica, el lector se introduce en el pasado familiar del protagonista. De sangre española (del conquistador Pedro José de Arancibia) e indígena (descendiente de Isabel Huaylas Yupanqui, hija de Huayna Cápac), el narrador de la historia trata de vincular el problema social actual del país con el mestizaje colonial. Creemos que esta es la parte más ambiciosa que se propuso llevar a cabo el autor del libro y, acaso, lo más complicado para él en cuanto a su narrativa. Sin embargo, y esto algo que la novela adolece, todos estos planos dan la sensación de que no están bien hilvanados estructuralmente.
En cuanto a las certeras críticas sociales y culturales que el protagonista presenta en sus diarios, es más la voz del narrador externo quien se vincula con ellas y no tanto la del propio Pedro José, ya que –este es un factor esencial en el personaje debido a la conservadora educación que recibió en su infancia en el siglo XX– este transitará en una larga retahíla de encuentros sexuales clandestinos. Más de diez nombres femeninos desfilan por el cuerpo de este considerado hedonista. En la entrevista citada anteriormente, Ampuero afirma: “Y por el otro lado, a lo largo de más de cuarenta años hubo, otros cambios de orden espiritual, anímico y sexual. Yo me concentré más en lo que es una sexualidad de entre siglos. En los años 60, había unas represiones medio virginales. Todos estábamos educados en colegios religiosos; entonces, lograr que una aventura romántica terminara en el sexo era una hazaña, una proeza. Sin embargo, cinco o seis años después, ya era otra cosa: se llegó a la liberación, porque simultáneamente en el mundo había estallado la revolución sexual, la revolución tecnológica, aparecen las píldoras anticonceptivas”. En esto, y en nada más, se concentra la novela. Los problemas sociales citados a lo largo de la obra son, por lo tanto, tomados tangencialmente, como meras circunstancias. La novela termina siendo el acontecer de un periodista y escritor que busca placer en  el por entonces alicaído Hotel Bolívar.
Para culminar, la narrativa de Ampuero entretiene. Y más por un tema marketero –no olvidemos el apelativo fastuoso de su “trilogía callejera” (Caramelo verde, Puta linda, Hasta que me orinen los perros)– es que lo tenemos aquí, en diversas entrevistas y reseñas ciegas, las cuales tratan de vender algo que ni por asomo es. Lo único que se mantiene de Ampuero es su gran capacidad de humor que envuelven a los personajes, grandes cuotas de humor. Y, siendo condescendiente, no hay por qué negar ese intento suyo por estructurar formalmente la novela. Lo malo está en que ese intento termina siendo fallido, así como personajes secundarios que poco aportan en la configuración de la trama. Hasta cierta cantidad de páginas el lector no tiene idea de qué va la novela. Y creemos que esto se mantiene hasta la última página de su libro.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¿ES POSIBLE HABLAR REALMENTE DE UNA CIENCIA DE LO SOCIAL? Perspectivas nietzscheanas



Por: Bruno Yika


Para poder responder a esta pregunta acudiré a algunos fragmentos de Así habló Zarathustra (1883) y Ecce Homo (1888) de Nietzsche.


Zarathustra y su Prólogo


Trabajaré bajo la siguiente perspectiva metodológica: colocaré textualmente algunas citas de ambas obras y luego analizaré cada una de ellas.

Comencemos.

Cita n° 01

“Yo amo a aquellos cuyas almas están tan repletas que se desbordan, y se olvidan de sí mismos, y todas las cosas están en sus almas, porque todas las cosas les empujarán al abismo” (p.9)

Aquí Nietzsche hablan del “abismo” como lugar a donde debemos descender. Amar a aquellos (ojo que no habla específicamente de personas) que tienen sus almas repletas, significa que dichos seres podrán llegar al ocaso (junto con él); lo cual traerá como resultado a su vez, ascender nuevamente y apreciar lo que ya antes visto, de una forma diferente.

Cita n° 02

“Sin duda he vivido demasiado tiempo en las montañas, y he escuchado demasiado tiempo a los arroyuelos y a los árboles: ahora les hablo como si también ellos fueran cabreros. Mi alma está empapada de placidez, radiante y sosegada como los montes por la mañana. Pero ellos piensan que yo soy frío, un bufón que usa ironías siniestras” (p.11)

Cuando él se refiere a “ellos”, se refiere a aquellos humanos que nunca han experimentado la sensación de caer en aquellos “abismos”. El vivir en las montañas, “solo, consigo mismo” le ha permitido a Zarathustra establecer comunicación con lo no-humano, propiciando, un tipo de sabiduría nueva, donde la “Cultura”, no es la única ni la auténtica fuente del conocimiento.

Cita n° 03

“!Para incitar a muchos a apartarse del rebaño, para eso he venido! (…) Al que rompe sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor. Compañeros para su andar busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y creyentes. Colaboradores busca el creador, que escriban valores en nuevas tablas” (p.15)

En esta cita Nietzsche dice que hay romper las viejas tablas y construir unas nuevas. Para que dichas tablas puedan ser construidas, deben ser destruidos los viejos valores, aquellos que sólo han existido para los rebaños y no para los creadores, pues éstos deben ser duros. Cuando él habla de “cadáveres, rebaños o creyentes”, habla de aquellos que siguen utilizando las viejas metateorías positivistas, las cuales ya no sirven para apreciar la realidad. Habla también para aquellos que siguen autodenominándose de izquierda o derecha, liberales o neoliberales, fundamentalistas o comunistoides; sin cuestionarse por lo menos un poco, el por qué siguen defendiendo tales dogmas o ideologías.

Ecce Homo: Aquí tenéis al hombre


Cita n° 04

“No hay oídos para lo que no se tiene desde la vivencia” (p.85)

¿Cómo se construye la vivencia? ¿Cómo hacemos que algo sea realmente significativo o comprensible para nosotros? ¿De qué manera podemos hacer investigaciones realmente significativas y que no terminen en los anaqueles de las bibliotecas ya de por sí poco visitadas? Al respecto, podemos poner como ejemplo aquellas políticas públicas educativas que aún persisten como rezagos de anterior gobierno. ¿Cómo pedirle a un docente de una escuela pública, que lea un nuevo Diseño Curricular Nacional 2009 (DCN) de más de 480 páginas si no ha tenido ni tiene el tiempo suficiente para que asuma a la cultura escrita como algo dado? Los docentes, en su mayoría, no tienen ni las condiciones, ni el tiempo necesario para poder trabajar como debería ser esta nueva Biblia. ¿Qué hacía el Ministerio ante esa realidad? Lo único a lo que atinaba, es a realizar capacitaciones y más capacitaciones, que lo único que hacen realmente es fortalecer una relación de poder donde el “Especialista” del Ministerio es aquel que “lo sabe todo” y los docentes de las Instituciones Educativas capacitados una y otra vez, los que “no saben nada”.

La vivencia se construye en base a las experiencias vividas. Experiencias que muchas veces son dolorosas y duras, pero que sirven en la medida que nos enseñan algo nuevo, algo que no percibimos en nuestra cotidianidad.

Cita n° 05

“Mi sabiduría consiste en haber sido muchas cosas y en muchos lugares para poder llegar a ser una única cosa, para poder llegar a ser uno. Por algún tiempo tuve que ser también un erudito” (p.113)


Como menciona Nietzsche, también tuvo que ser un erudito, lo cual formó parte de su vivencia y de la construcción de su sabiduría. Sin embargo, esa fue una faceta más y no la única o la más importante. Debemos ser muchas cosas, saber que muchas cosas pueden ser fuente de sabiduría. De esa manera podremos entender que es, quizás, la propia vivencia la base de toda la sabiduría.

Entre el Dionisio y el Superhombre 


Trabajar una ciencia de lo social implica saber que existen múltiples fuentes de conocimiento, los cuales tienen a su vez un contexto de realización y una finalidad específica. No nos toca decir aquí si la ciencia es objetiva, subjetiva, experimental o “dura”. Lo que si debemos hacer es aproximarnos a la “cosa social” como algo que se encuentra inmersa dentro de un entramado, y no de una estructura pre – establecida o carente de dinamismo.

Hablar del Dionisio, es hacer referencia a la multiplicidad de formas del sentir, de observar y de conocer. La consigna es no movernos bajo parámetros superpuestos, sino más bien construir asociaciones de “Actantes” dentro de una esfera donde lo humano y lo no humano forma la tan ansiada Unidad. De lo que se trata es de describir dichas asociaciones.

Hablar del Superhombre y de que Dios ha muerto, nos induce a creer que debemos romper las viejas tablas y, a su vez, hacer una transvaloración de todos los valores, en el sentido de romper de una vez por todas con la forma en que actualmente venimos haciendo una ciencia de los social que, por ejemplo, viene construyendo un discurso del desarrollo que, como dice el Antropólogo Arturo Escobar, lo único que ha hecho es acrecentar la pobreza en los países en “vías de desarrollo”. También lo menciona Latour cuando dice que lo que quiere desarrollar es una forma alternativa y diferente de hacer sociología.


A modo de conclusión. Tratando de responder al título de este trabajo

El reto es muy difícil de asumir, pero no imposible de realizar. Haremos antropología, sociología, psicología, historia o arqueología “real”, en la medida que de una vez por todas rompamos las viejas tablas, a partir de un diálogo introspectivo que incluya a esas muchas voces, tanto humanas como no – humanas, y las asumamos como parte una de una unidad que llamaremos la experiencia vivida.