Por: Jesús Jara
Este año se ha vuelto a editar Instrucciones para atrapar a un ángel (Mesa Redonda, 2011), del escritor peruano Javier Arévalo. Luego de su libro de relatos Una trampa para comandante (1989) y de su primera novela Nocturno de ron y gatos (1994), su producción literaria nos entregó esta interesante historia aparecida en el año 1995. En tales años, y con mayor razón haciendo referencia a esta novela, diferentes escritores habían catalogado al autor como una promesa de la literatura peruana de las últimas décadas. La pregunta es sencilla: ¿Aún lo es? ¿Lo ha sido alguna vez?
Comparándola con Nocturno de ron y gatos, obra más vivencial y personal, Instrucciones para atrapar a un ángel es una novela con mayor preocupación por lo formal. Con atisbos metaliterarios, la obra nos muestra la historia de tres jóvenes con venas artísticas (dos de ellos son fotógrafos y escritores), David, Adrián y Alberto, los cuales se verán envueltos en una persecución que pondrá en riesgo sus vidas.
Cierto día, cuando David caminaba por los alrededores del Olivar, dos sujetos con ternos grises bajan de un auto y disparan contra él. A partir de este momento, Adrián, amigo y hombre que desea carnalmente a la víctima, decide averiguar quién ha sido el presunto culpable de esta acción. Para ello convence a Alberto y, entre los dos, descubrirán, poco a poco, a numerosos sospechosos, entre ellos a críticos de arte como Odorico Silva. También una larga lista de homosexuales resentidos, quienes habían posado para el lente de David que, por aquel tiempo, había realizado una muestra fotográfica titulada "Asesinos y Homicidas" que no fue del agrado de estos últimos. Además, durante la búsqueda, ellos mismos se verán implicados en el crimen, llegando al punto de tomarse, uno y otro, como otros sospechosos.
Si bien es cierto que la decisión de buscar al culpable puede resultar pueril: “Perseguir un asesino me pintaba un futuro inmediato distinto y quizá emocionante” (pág. 22), esta funciona como un elemento ficcional importante para el desarrollo de la trama, descubriendo, entonces, historias marcadas por los celos, por la pasión desenfadada, por la ira, por el despecho, por un amor casi enfermizo por no ser correspondido. Adrián es la voz narrativa homosexual en la novela, quien sufre por no conseguir la atracción de David, aportando un clima de muerte desde el inicio de la novela.
Lo que hace interesante a esta novela es la manera cómo el autor ha tratado de transmitirla, considerando que estábamos en la década del 90 –una generación donde no se optaba por la experimentación ficcional, salvo pocas excepciones-. La novela está presentada en pequeños y diferentes planos narrativos, lo que da fuerza a la trama y confusión al momento de dar credibilidad a los puntos de vista narrativos
Los narradores, alternadamente, son Adrián y Alberto. Otro punto a favor es la inclusión de entrevistas realizadas a algunos personajes sobre sus procesos de creación tanto en la escultura (Cristina es pareja sentimental de David y escultora, escultora de ángeles, por supuesto) como en la literatura (David había escrito Instrucciones para atrapar a un ángel, título sui generis del libro):
“Era bastante biográfico. Nada que no esté relacionado con mi vida tiene mucho sentido para mí. Una amiga escritora siento todo lo contrario. Incluso opina que cuando un libro le parece autobiográfico ya no le gusta. Por otra parte, un escritor es un individuo más. ¿Por qué inventar un personaje si uno mismo lo es?” (Pág. 124).
Sin embargo, los desaciertos de la novela radican, por ejemplo, en el manejo del lenguaje, que más que directo, sencillo o funcional, pecan, en varias oportunidades, de facilista, con uso de metáforas o comparaciones infantiles:
“Mis sueños cambiaron radicalmente después de ver a Bruce Willis en Duro de Matar. Cualquier de mis amigos psicoanalistas, adoradores del inconsciente […]” (Pág. 18).
“-No, hombre, pasa. Ponle nomás las alarmas a tu ostentación con ruedas” (Pág. 20).
El cuento que escribió David –Instrucciones para atrapar a un ángel-, y reproducido a través de un comentario que se hizo a raíz de la publicación del libro, tuvo que haber sido transcrito tal cual para que el lector tuviera una imagen más personal del escritor, cuento que, por otra parte, nos da las pistas no solo para conocer el mensaje final del cuento, sino del mismo libro, ya que la novela trata sobre personajes que se buscan a sí mismos, que tienen que mirar su interior para saber que dentro de ellos está aquel ángel que toda persona, según el libro, posee.
“Solo ve oscuridad en la profundidad de sus ojos, donde distingue una fantasmagoría azul, un destello que no desaparece fugazmente como el estallido de un flash, sino que permanece allí, nítida, en el interior de sus pupilas veladas. Esa juguetona luminosidad es de un color impreciso, es azul y también blanca, y a veces roja, y ondula, se comprime y se expande, y parece volar con alas propias” (Pág. 102).
En cuanto al tema de la homosexualidad de algunos personajes, sobre todo la de Adrián, en varias ocasiones linda con lo patético. Acaso, y como muchos también han afirmado, el tema de la homosexualidad se convirtió en moda, en casi un mero plagio. No podemos afirmar que Arévalo haya tenido en su mente No se lo digas a nadie al momento de confeccionar su obra, pero el que los personajes pertenezcan a una clase acomodada, que uno de los personajes anhele ingresar a la misma, o que el tema del despecho solo pueda ser adjudicado a un homosexual para realizar actos espontáneamente brutales, tiene mucho que ver con la obra de Bayly.
Instrucciones para atrapar a un ángel, por aquel lejano año 1995, sí permitió tomar a Arévalo como una promesa, pero, con esta nueva edición, y con el pasar de los años, la novela aparentemente no ha sobrevivido. Nunca despegó.