Por:
Bruno Yika Zapata
Eric
Fromm mencionaba que todos tenemos, de alguna manera, algo de masoquistas y de
sádicos, que ello es parte de nuestra “naturaleza humana”. Nietzsche decía también
que no había algo más racional (apolíneo) que lo irracional (dionisiaco). Para
el caso del fútbol peruano, ello cae como anillo al dedo. Nos permite
comprender por qué algunos seguimos siendo hinchas de equipos de fútbol
fracasados, en quiebra y con pocas posibilidades de ganar algo realmente
importante. Es más, mientras más hundidos se encuentren nuestros equipos y estén
más fregados, más sentimos la necesidad de estar con ellos.
El
caso de la selección nacional es algo racionalmente más patético. Los que no
hemos tenido la oportunidad de verlos en un mundial, tenemos la esperanza (“todos somos parte de la selección”, dice
el comercial de la Cristal) y el anhelo de verlos jugar frente a los astros
brasileros, ingleses o argentinos. En ese sentido, las grandes campañas
publicitarias y mediáticas alimentan constantemente nuestro imaginario
colectivo.
A
ello debemos agregarle otro factor, fruto de la globalización consumista: la
proliferación en nuestro país de academias de fútbol para menores. Los chicos
ya no quieren estudiar, todos quieren ser como Neymar o como Jefferson Farfán.
No importa si no termino el colegio, la idea es ganar lo que Manco en su nuevo
equipo de fútbol.
Aquí
se mezclan dos factores (o más bien se entrecruzan): por un lado, la necesidad
de sentirse parte de algo, en este caso de un equipo del fútbol nacional; por
otro lado, el estilo de vida a seguir por parte de las generaciones más jóvenes
de los futuros “jotitas”. El primer caso responde a la necesidad de sentirse identificado
con una comunidad imaginada con experiencias compartidas. El reconocimiento que
surge de ello tiene estrecha relación con los viejos laureles obtenidos por estos
equipos de fútbol. Muchos de dichos equipos son representantes de una
localidad, de un puerto o de una ya inexistente clase social.
Soy
hincha de fútbol de un equipo de puerto, un club que está quebrado, endeudado y sin
sostenibilidad financiera para terminar el campeonato, pero ¿por qué sigo lo
sigo alentando? La respuesta es simple: porque representa a una comunidad que
quizás sólo existe en mi mente, pero de la cual me siento parte. Es más, cuando
estuvo en segunda división, no solo yo, sino también mucha gente lo iba a ver
al estadio más que nunca. Bajo esta perspectiva, el fútbol sirve como elemento
de integración, el cual dudo deje de existir. Sino pregúntenles a los hinchas
del Deportivo Municipal que aún lo siguen en la Liga de Breña.
El
segundo caso si es un poco alarmante pues lleva a creer a muchos niños, adolescentes
y jóvenes que lo importante del fútbol es ganar fácilmente mucho dinero. La
idea del fútbol como medio de integración queda en un segundo plano y lo que
prioriza es ser un futbolista “exitoso”, vestir ropa Nike, Adidas o Reebok, manejar autos último modelo o
poseer a todas las mujeres posibles, teniendo en este caso como tótem a Cristiano Ronaldo.
Esta
tendencia tiene como raíz la vieja idea del fútbol como pasión de multitudes y
medio de integración. Las industrias ligadas a este rubro lo saben muy bien y
la utilizan de la mejor manera: vendiendo sueños que, en el mayor de los casos,
nunca se van a cumplir. Como diría Bauman ya no sería un fetichismo de la mercancía lo que se estaría impulsando, sino más
bien sería un fetichismo del consumo.
Detrás de ello están nuestras subjetividades, las cuales se dejan llevar
fácilmente por el falso placer que ocasionan estos patrones culturales.
El
llegar al mundial es lo de menos. Lo que ahora importa es juntarnos en casa de
alguien con parrilla y chelas de por medio, Cristal obviamente, para ver
masoquistamente los fracasos eternos de nuestra selección.
3 comentarios:
Nadie olvida los 18 años sin campeonatos de Alianza Lima, una sequía que no impidió ser el equipo más popular del Perú. Quizá esa sea nuestra naturaleza como sociedad, la frustración permanente y la promesa de una vida mejor (parafraseando a Basadre) es probable que sea ello la causa de nuestra inexplicable terquedad en persistir pese a lo ineludible del fracaso.
¿Por que eternizar el fracaso? Me refiero no solo en el futbol sino tambien en el imaginario nacional. Es que acaso estamos determinados como peruanos frente a ese destino? Creo que no.
Jorge
Yo creo, Jorge, que hemos aceptado felices nuestro papel en el mundo, el papel de abastecedores, de tercermundistas, de segundones.
R.
Publicar un comentario