Por: Jose Carlos Benavides
No
había escuchado hablar de Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) hasta unos tres
años atrás, cuando un amigo me comentó que en Argentina, a fines del siglo XX, se
había escrito una novela monumental de casi mil páginas, La historia (1999). Desde aquel día no perdí el rastro de aquel
personaje de bigotes extraños y divertidos. A finales del año pasado su nombre
volvió a ser nombrado, y esta vez mucho más fuerte que antes: Caparrós había
ganado el Premio Herralde con una novela que, a mi gusto, huele a muerto.
Nito,
protagonista de la novela, nace en julio de 1974, el mismo día que se produce
la muerte del General Juan Domingo Perón, ese día era 1º de julio, de ahí que
su padre decida que su nombre sea ese: Juan Domingo, «Bobby me contó que mi
padre me había puesto Juan Domingo como un chiste torcido, su forma de celebrar
que aquel día la Argentina se había “liberado del tirano”: como quien dice
ahora Juan Domingo es otro». El guiño al lector es claro, en Nito la muerte y
la vida se hacen uno en relación de continuidades. Durante su desarrollo, Nito
sufrirá la muerte de dos seres queridos: su padre y su abuelo. Desde entonces
se sentirá cada vez más atraído por el significado de la muerte y la función que adquieren los muertos.
La infancia de este muchacho transcurre como
una de las demás, cruda, de amores imposibles y posibles, más miedos que
aprendizajes; todo ello enmarcado en los turbulentos años 70’s y 80’s de la
historia Argentina. La fascinación que se desarrollará luego de la muerte de
sus familiares lo llevará a sentirse acosado por algunas preguntas como: ¿cuál es nuestra
relación con los muertos? ¿Es posible mantener el contacto con ellos? ¿Están
todavía entre nosotros de alguna manera? Todas se intentarán responder a lo largo de la
novela. Entrará luego en contacto con el predicador brasileño Trafalgar, quien
lo convertirá en un pronosticador de muertes, entendiendo así que puede hacer
el cambio de predecir la muerte como venganza por predecirla como timo para
conseguir dinero, ficcionalizando a personajes reales para que eviten la muerte.
Anterior
a esto, la novela nos conduce por divertidos pasajes a los que el mismo Caparrós
ha denominado «picaresca contemporánea» que ayudan a conocer al protagonista
desde años previos a su nacimiento, ellos nos permiten acercarnos a la vida
individual de cada uno de los personajes que se relacionan con Nito. La
historia de su concepción, el final del sexo placentero y el inicio del sexo
por obligación y con sacrificio por parte de su padre. La educación mediante
telenovelas, el duro golpe de descubrir en la escuela que es un niño y no el
amorcito de mamá. Todos estos pasajes tienen algo en común: la incidencia en la
muerte y cómo es que esta se perpetúa en los modos de vida de las personas.
La
escritura empieza en clave de humor negro, pero poco a poco va degenerando en
una extraña performance surrealista, gracias a la aparición del artista Piru
Carpanta. Los diálogos sobre la muerte y el arte con este nuevo personaje van
cobrando sentido a medida que la narración principal avanza, de forma que los
dos textos terminan en una surte de simbiosis o retroalimentación. La
pirotecnia surrealista del desenlace tiene que ver con la moda de los Living y
el desarrollo de la industria del embalsamiento.
Los
muertos no se ven, pero permanecen con nosotros. Nos deshacemos de ellos porque
nos dan miedo, es como dar un paso hacia ninguna parte. La moda de la movida living
–durante la lectura uno se dará cuenta que juega con el significado de la sala
de estar y con el hecho de estar viviendo refiriéndose a los muertos a los que
se le creará una historia- es la consagración del simulacro, la resurrección de
los muertos. El develamiento de toda trascendencia hacia la muerte la ubicaría
como parte de la llamada civilización del espectáculo.
Sin
entrar en más detalles, recomendamos leer esta obra, en donde las modulaciones
técnicas son las que hacen que esta propuesta sea viable: el recurso de lo
grotesco y paródico afila y divierte la historia confiriéndole una gran calidad
estética. No existe un modo de leer políticamente la novela más que en el
desencanto del tiempo, la necesidad de crearse una ilusión. La novela huele a
muerto, los muertos que están en los livings, que están en la historia, que
están en nosotros como en Juan Domingo.
Martín Caparrós
Los living
Barcelona, Anagrama, 2011, 430 pp.
Barcelona, Anagrama, 2011, 430 pp.
2 comentarios:
Mucha descripción en esta reseña y no me convence. Esperaba que digan algo más sobre la novela de Caparrós.
André.
"Sin entrar en más detalles" dices al final y es justamente eso lo que se necesita.
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