miércoles, 5 de octubre de 2011

EL RONSOCO ILUSTRADO - Columna

Cuando los lumpen vienen de arriba

Por: Javier Garvich



Decía hace años Julio Ramón Ribeyro que teníamos la clase dominante más analfabeta del mundo, y no lo decía como elogio. Los que hemos estudiado ciencias sociales alguna vez nos topamos con la sentencia que en el Perú nunca hubo clase dirigente sino apenas clase dominante. En los últimos diez años, en pleno auge económico, no solo no vemos una clase dominante dinámica o de amplio vuelo, ni cosmopolita ni mucho menos culta. Más bien todo lo contrario, si nos acercamos al inframundo de las hinchadas pitucas de los palcos de Occidente. O tempora, o mores!

Más que buscar historiadores o heráldicos, la lectura de Manuel González Prada es esclarecedora para entender la pobreza cultural y la pequeñez moral de las grandes familias que gobernaron el Perú. Sea en Horas de Lucha, Páginas libres o Figuras y figurones; entendemos que muy poco podíamos esperar de familias que se hicieron ricas engañando al Estado en el cobro de indemnizaciones por la guerra de la Independencia o la manumisión de esclavos. Si uno disfruta La vie parisienne de Offembach, disfrutará también la escena en la que un opulento peruano (vendedor de guano, seguramente) intenta dárselas de gran señor en un salón parisino, con todos los defectos del nuevo rico y la autosuficiencia que da la ignorancia. Durante la Guerra del Pacífico, nuestra oligarquía no solamente se negó a financiar la defensa nacional aplicándose un impuesto a la renta, sino que protagonizó tremendos actos de cobardía y colaboracionismo con el enemigo.

Si bien es cierto que algunas familias se dedicaron con bastante más ahínco al estudio e investigación del desconocido Perú de entonces, también es cierto que siempre primaba ese espíritu de casta que los distanciaba del mainstream intelectual de su tiempo. Cuando la Universidad de San Marcos empieza a abordar temas centrales del país (cambios en los paradigmas teóricos acompañados de una praxis más política), los profesionales adinerados responden creando universidades privadas (la Católica y la Cayetano Heredia) para poder seguir manteniendo unas élites “incontaminadas” con las nuevas ideas que aprendían en los claustros. Esas conductas terminaron aislándolas del resto del país y cuando Velasco atacó sus intereses, lo hizo con la aprobación general de la población.

Menguado el poder de la rancia oligarquía, uno pensó las nuevas generaciones de empresarios serían más cercanas al común de la población. En cierta manera lo eran porque la guerra interna había producido una gran emigración de los retoños de las familias patricias de antaño y ese vacío fue llenado por los representantes de un capitalismo emergente, más “popular” y más “cholo”. El último cuarto de siglo se vivió bajo el discurso de los “emprendedores”, pequeños empresarios que casi de la nada empezaron a construir emporios y a tejer nuevas y sólidas alianzas con el poder.

Sin embargo, esta nueva clase dominante se consolida al amparo de la corrupción del régimen fujimorista, medrando en una informalidad rayana en la ilegalidad, bajo una cultura inmemorial de no pagar impuestos o saber evitarlos, con una conformación empresarial que se alimenta de los bajos salarios y las precarias condiciones de la gran mayoría de los trabajadores peruanos y con apreciables contactos con el sector narcoexportador nacional.

Pero además, se trata de un sector que, de tener raíces en el interior del país, prefiere ocultarlas y más bien seguir legitimando el discurso racista y discriminador. Se busca un blanqueo a toda costa, sea pasando largas estancias en los EEUU, sea la búsqueda desesperada de pareja en el Pozuzo o en la costa norte. El orgullo por lo peruano es un orgullo de casta, el orgullo del patrón que te enseña las bondades de su hacienda apropiándose del trabajo de los demás. Orgullo superficial además porque, como sabéis, el capital no tiene bandera.

Finalmente, como bien ha señalado el sociólogo Aldo Panfichi, los jóvenes de sectores acaudalados no toman en serio la administración de justicia. Es algo casi natural producto de una cultura de la impunidad que se ha establecido en el Perú en el último cuarto de siglo. Mucho Código y mucho hablar del Estado de Derecho, pero en la práctica, sale bien librado quien tiene más dinero y mejores contactos. Este desbarajuste ético se refleja en la incuria de nuestra clase política, en los proverbiales abusos de autoridad, en unos medios de comunicación serviles e hipotecados al poder y en un poder judicial erosionado largo tiempo por la corrupción campante.

Si en el caso de cohecho de altos funcionarios del Estado se pierden o manipulan USB’s con increíble normalidad, si en el caso de escuchas ilegales nadie quiere tocar a las instituciones militares que han tolerado dichas prácticas, si el lavado de dinero del narcotráfico ha llegado en el Perú a niveles monstruosos y nadie quiere ir más allá de la media denuncia y la acusación pasiva ¿Cómo extrañarse que en el caso de un homicidio incalificable en el estadio Monumental la empresa gestora de los palcos diga que no tiene videos de seguridad, que a uno de los acusados cierta prensa ya lo esté “limpiando” y que quieran salvar la cabeza de los asesinos mediante la autoinculpación de un infeliz a cambio de un buen puñado de dólares y el padrinazgo en la educación de sus hijos?

En un país donde lo más granado de nuestra pituquería paga poquísimos impuestos, evade responsabilidades mediante comisiones dolosas y genera ganancias a costa de una mano de obra precaria, indefensa y sin derechos que conforma casi el 80% de toda la población laboral; la lumpenería no es una excepción de chiquillos malcriados con plata, sino la extensión de una triste forma de vivir, trabajar, enriquecerse y gozar en el Perú.



Nota: El profesor Javier Garvich publicará su columna EL RONSOCO ILUSTRADO, todos los meses, en este blog.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El texto del señor garvich comete un exceso en su posición frente a los sectores emergentes. Estamos seguros de que el empresario de Los Olivos o Villa el Salvador busca, efectivamente, un blanqueo? Estamos seguros de que ese blanqueo consiste en conservar la lógica feudal, paternalista y, por lo tanto, discriminadora, de la tradicional élite limeña?
Me parece que exigirle a esos sectores sociales, los emergentes, que tengan una conducta distinta, una ética del trabajo y una identidad más auténticas y modernas, es exagerado.
Me parece excesivo porque no podemos esperar de ellos algo distinto, si la sociedad en la que se desarrollaron les exigía hacerlo.
Porque su cosolidación tuvo que pasar por saltarse la ley, por cubrir en la informalidad aquellas necesidades que el mercado oficial no cubría.
Y porque son ahora la nueva burguesía. Y como tal, buscan defender la propiedad que tienen.
Es decir, me parece que su conducta es y era históricamente previsible. Y no tenían la obligación de crear una sociedad distinta y más democrática.

L.E.V

Anónimo dijo...

Sugerente y polémico el post. Desde mi punto de vista habría que profundizar en los estilos de vida o habitus de los llamados grupos emergentes y de la propia burguesía tradicional (lo que queda de ella). Se podría estar cayendo en el exceso de adjudicarles una "herencia colonial" que se ha re-definido en tantas décadas.