Por: Bruno Yika Zapata
La intervención en las universidades públicas durante el gobierno de Fujimori no solo tuvo por intención combatir el terrorismo en las aulas y los pabellones. Vino acompañada por la reducción de presupuesto para la educación pública, así como por la proliferación de universidades privadas con fines de lucro, auspiciadas desde el propio gobierno a través de una serie de decretos.
En los últimos años el ingreso a dicho tipo de universidades se acrecentó[1], lo que implicó una migración de estudiantes recién salidos de las escuelas hacia dichos espacios “académicos”. Haciendo un poco de memoria, las famosas “Academias” o “Centros Pre” fueron las grandes precursoras de este nuevo giro en el “mercado” educativo. Los dueños de dichos negocios se “avivaron”, hicieron colegios y crearon sus propias universidades.
En este contexto, las universidades públicas, ¿dónde se encuentran? Diezmadas en sus presupuestos, ellas intentan generar sus propios recursos. Uno de los ejemplos más evidentes es la proliferación de los cursos de titulación. Si bien esta estrategia de generar recursos es válida, ¿qué sentido tiene para carreras como Sociología o Antropología, las cuales se basan en la investigación y la rigurosidad académica (cuestiones que se forman a largo plazo), esta nueva dinámica que solo responde a una lógica práctica e inmediatista? Como se sabe, todo aquel que tenga el dinero para inscribirse en estos cursos tiene el título asegurado.
Esta tendencia prioriza la proliferación de los títulos, más que la competencia académica y la formación metodológica, lo que a su vez responde a la necesidad de los profesionales de tener el “cartón” como requisito indispensable para tener un trabajo decente.
¿Qué perdemos bajo esta nueva perspectiva? En el caso de la Antropología, su razón de ser: el trabajo de campo y la retroalimentación teórica, lo cual permite generar procesos de reflexión, fruto de la compresión de los hechos sociales y la capacidad de ponerse en el lugar “del otro”. Al respecto, es posible ver a muchos de mis colegas egresados de estos cursos, ser utilizados por algunos “Centros del conocimiento” como “carne de cañón” dentro de los diferentes proyectos de investigación, donde los que se titulan bajo tesis son los “jefes” y los nuevos gamonales de la investigación.
A modo de hipótesis, podría decir que esta nueva tendencia reconfiguraría las relaciones de poder, donde unos pocos son los que dirigen las acciones y los otros simplemente las operan. Al carecer de sustento teórico y metodológico, cosas que los cursos de titulación no darán, este tipo de relación ahondará en la desigualdad académica, la misma que coincide muchas veces con el tipo de universidad de la cual provengas. Ello agregaría una nueva dimensión a este tipo de relaciones de poder, donde los compadrazgos académicos pesan tanto como los títulos o grados obtenidos.
[1] En el año 2006 el ingreso a las universidades públicas fue de 161342 estudiantes, mientras que a las universidades privadas fue de 103101. En el 2009, entraron 118056 a las públicas y 91568 a las privadas. La diferencia en el ingreso se va acortando de 58241 a 26488 estudiantes. (Fuente: Perú en números 2011)
2 comentarios:
Por favor, explicame un poco más sobre esa última parte donde mencionas lo de relaciones de poder y los compadrazgos.
Me refería a que dentro de las relaciones humanas en general, y las relaciones laborales en particular, los grupos que tienen el "poder" en diferentes espacios sociales, deben considerar ciertos elementos para legitimar dicho dominio. Cuando mencionaba a los compadrazgos académicos, me refería al "amiguismo" como una de las estrategias (no solo la única) de dominio frente a otros.
En esa misma perspectiva, el hecho de que alguien haya hecho tesis le confiere cierto dominio frente a los que no lo han hecho, pues ha desarrollado ciertas capacidades (lectura especializada, redacción, análisis a profundidad, ser metódico, entre otros) que solo se logran bajo este "rito de pasaje".
Saludos cordiales,
Bruno Y.
Publicar un comentario