Por: Jesús Jara
Éramos unos niños
Patti Smith.
1
I have made the big decision
I'm gonna try to nullify my life
I'm gonna try to nullify my life
-The Velvet Underground-
“Patti, ¿nos la ha jugado el arte?” (Pág. 291).
La personalidad de ambos, así como ese objetivo compartido, muy bien puede sintetizarse con la pregunta formulada por Robert a Patti líneas arriba. Y es que desde el día en que se conocieron -acaso porque el destino lo quiso así- se mantuvieron firmes con lo que siempre buscaron ser: artistas.
¿Pero quiénes han sido Patti Smith y Robert Mapplethorpe? A la primera, la conocemos; al segundo, con un poco de investigación, de igual modo. Aquí un vídeo que nos permitirá tener una imagen de ambos.
Poeta, compositora, pintora, modelo y actriz de paso, Patti Smith aprovecha sus conocimientos de composición y estructura para entregarnos un libro de memorias realmente exquisito. El nivel de lenguaje es neutral, ni termina siendo lírico, como quizá era de esperarse, ni mucho menos prosaico. El lenguaje es propio de la naturaleza del libro: lleno de vitalidad, de humor, hechura de modelos que la propia Patti Lee no se cansa en exponer, así como también momentos expresados por el silencio ante una separación de pareja, o perplejidad ante las muertes que se suceden una tras otra. Todo un primer mérito de la autora.
She says, hey babe, take a walk on the wild side
Said, hey honey, take a walk on the wild side.
-Lou Reed-
Y como si hubieran escuchado la canción de Lou Reed en la etapa próxima y decisiva de sus vidas, Patti y Robert decidieron dar el paso al lado salvaje. Tuvieron que soportar no solo el hambre, sino toda la marginalidad de los años finales de los 60’s e inicios de los 70’s. Soportar el estómago vacío por largas temporadas, deambular por las calles neoyorquinas buscando algo de comer entre los restos de basura, encontrar el lugar donde dormir y hacer su arte sin dinero alguno, aprender a resignarse a trabajos esporádicos y, en su mayoría, ajenos a sus espíritus libres. Cuando el dinero escaseó, Robert encuentra en la prostitución la única salida, ya que era preferible ello a dejar sin alimentar a la mujer a la que agradeció hasta en sus últimos días de vida.
Nueva York es la cosa que me sedujo
Nueva York es la cosa que me formó
Nueva York es la cosa que deformó
Nueva York es la cosa que me pervirtió
Nueva York es la cosa que me convirtió
Nueva York es también la cosa que hago.
A las palabras de Patti se le podría adjuntar el segundo coro de la canción de Lou Reed: “New York city is the place where they said / hey babe, take a walk on the wild side / I said, hey Joe, take a walk on the wild side". El binomio entre hombre-ciudad, en este libro, dará como producto a una gran cantidad de personajes que nuestra memoria luchará por recordar. No solo tendremos a la Patti Smith como cantante, o al mismo Robert Mapplethorpe como fotógrafo reconocido, sino también a los míticos Jimi Hendrix, Andy Warhol, Janis Joplin, Bob Dylan, Allen Ginsberg, William Burroughs, entre otros. Ya sea por asimilación o por rechazo a lo establecido –que se puede encontrar en los diferentes registros creativos de los personajes señalados-, New York será el lugar acaso idílico para todo joven que desea formar parte de la onda generacional que se vive y se siente.
Tanto Patti como Robert son casi ajenos a todo el movimiento que empieza a gestarse en la capital norteamericana. “Cuando me interné en el denso ambiente psicodélico de Saint Mark’s Place, no estaba preparada para la revolución que ya se había iniciado (…) Deambulaba por una tupida telaraña de conciencia cultural que no sabía que existía” (Pág., 45). Pero una vez ingresado en tal mundo, es donde se inicia la vida como sinónimo de arte, como un arte propio o endémico de tales años. Ser artista, ser una beatnik, fue quizá uno de los sueños más locos, pero uno de los más vitales que tuvo gran parte de la juventud. A pesar de todas las vicisitudes por las que tuvieron que pasar, Patti y Robert lograron sobrevivir, teniendo como acompañantes fieles a la música -¡y qué música!-, sus respectivos artes y, desde luego, al amor/confianza que sentían el uno al otro. Por lo que prestando atención a la pregunta inicial de esta reseña, la respuesta está muy vinculada con sus propias vidas. El arte lo personifican ellos mismos (músicos, poetas, escritores, pintores, etc.). Ser como uno realmente es, atendiendo a su más honda naturaleza, ya era arte. Vivir por y para el arte: epítome de los valientes, de los más aguerridos corazones.
2
Trumpets, violins, I hear them in the distance
And my skin emits a ray, but I think it's sad, it's much too bad
That our friends can't be with us today.
-Patti Smith-
El libro, con toda su jovialidad y humor que despierta, presenta un personaje intruso, comúnmente inoportuno y que genera molestia y tristeza: la muerte. Desde las primeras páginas, la muerte de Robert no solo es más que un grano de arena, un ejemplo de todo un mundo. A él lo anteceden y preceden, las muertes de John Coltrane (compositor de Jazz), John F. Kennedy, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Eddie Sedgwick (actriz y modelo), Jim Morrison, Andy Warhol, así como los asesinatos en serie a cargo de Charles Manson… es decir, todos aquellos íconos que influenciaron a muchos miembros de la misma generación y de las posteriores hasta el día de hoy, un grupo de figuras irremplazables que en este libro encuentra, acaso, su tardío, pero justo y necesario homenaje compartido. No olvidemos que la década del 70 tenía consigo a las drogas, al sexo y al sida. De ahí que esta última sea la causante de la muerte de Robert y de su pareja sentimental, Sam Wagstaff, el mecenas que le permitió acceder al mundo que Robert quiso ingresar desde un principio, no por dinero o cuestión material, sino por reconocimiento únicamente del arte, de su arte. Ambos, a pesar de la muerte del polifacético fotógrafo, lograron sobrevivir.
“Muchos no sobrevivirían (…) Otros sucumbieron a las drogas y a los infortunios. Derribados, a un paso del estrellado que tanto deseaban, estrellas deslustradas caídas del cielo (…) No siento ninguna necesidad de justificarme por ser una de las pocas sobrevivientes. Habría preferido verlos triunfar a todos, que alcanzar el éxito” (Pág. 226).
Ser artista, por lo tanto, también era luchar no solo contra la vida, sino también contra la muerte. Muy a su pesar, ambos descubrieron que ser artistas era un camino realmente difícil, donde la entrega total es obligación. “¿En qué estabas pensado? –le pregunté (Patti). –Yo no pienso –insistió-. Siento (Robert)”. Pues de eso se trata, de sentir a través de sus vidas entregadas al arte.
“¿Adónde conduce todo? ¿En qué nos convertiremos? Aquellas eran nuestras preguntas de juventud, y el tiempo nos reveló las respuestas” (Pág. 91). Y la respuesta a estas preguntas, es otra pregunta que se encuentra en la página 149: “¿Quién conoce el corazón de la juventud salvo la propia juventud?”.
3
I’m the freedom man
I’m the freedom man
I’m the freedom man
That’s how lucky I am
-Jim Morrison-
En el libro encontramos la mejor descripción del épico Hotel Chelsea, situado entre la Sétima y Octava avenida, en el 222 Oeste de la calle 23, tuvo como hospedados a los más grandes personalidades del mundo artístico. Otro mérito del libro: un documental de toda la época.
“El hotel es un refugio desesperado pero animado para montones de jóvenes con talento de todas las capas sociales. Guitarristas callejeros y bellezas drogadas con vestidos victorianos. Poetas heroinómanos, dramaturgos, cineastas arruinados y actores franceses. Todas las personas que pasan por aquí son alguien, aunque no sean nadie en el mundo exterior” (Pág. 103).
Regentado por la familia Bard, era sabido que bastaba mostrar tu arte para que el dueño se apiadara de uno y lo dejara hospedarse. Esta fue la garantía para que Patti y Robert pudieran ingresar a este mágico lugar, tan valorado y simbólico que la primera lo consideró como su universidad de donde aprendió a dar forma sus impulsos creativos. Importante la relación amical que mantiene con el poeta beat Gregory Corso, quien la anima a seguir escribiendo y quien fue el primer garante de sus poemas para ser leídos a los demás. También la aparición de Allen Ginsberg es muy importante en su formación. Incluso el encuentro es uno de los pasajes más humorísticos del libro. La cabeza de la generación beat quería conquistar a ese hombre delgaducho y de cabello desordenado que vio en unas escaleras, lo invita a comer algo y descubre que el muchacho es fémina. “Te había tomado por un chico bello” (Pág. 136).
Así como el Hotel Chelsea, se hará mención a otros lugares importantes que marcaron la pauta generacional de la época. Tenemos The Factory, el estudio de arte que Andy Warhol fundó para transmitir todo su pop-art. Así como el Max's Kansas City, un nightclub donde recayó todo el séquito de Warhol –Lou Reed menciona a ciertos personajes del entorno para configurar su Walk on the Wilde side-. Bohemios, cineastas, pintores, actores, modelos, fotógrafos, músicos, y un largo etcétera, todos marcaron un antes y un después en tal establecimiento. Es en este lugar donde Patti Smith cantará sus primeras canciones más adelante, cuando luego de unos recitales poéticos, acompañada por su siempre guitarrista y amigo Lenny Kaye, le llega el éxito y la fama. Otros lugares de mención es el CBGB, club donde Patti y sus primeros miembros de la banda que con los años daría forma final, empieza a actuar en público.
Si tuviéramos que comparar la vida que se daba por aquel entonces, pues tendríamos que decir que era igual que un viernes o sábado por la noche en los bares del centro de Lima, aunque claro está, vividos al 200% o más.
4
If I could make the world as pure
And strange as what I see
And strange as what I see
-The Velvet Underground-
Pero acaso lo que más llame la atención es la relación que tienen Patti y Robert. ¿Estaba signado que en algún momento se tendrían que conocer? Al parecer, sí. La autora toma la voz narrativa para compartir experiencias tanto suyas como las de Robert. La alternancia de los pasajes de cada personaje ayuda a configurar a la mejor comprensión de las actitudes de cada uno. Ambos, desde niños, fueron muy cristianos, acaso Patti más que Robert, quien, suavemente, le increpa “Entonces hablabas de dar la mano a Dios. Recuerda que, en todo lo que has pasado, siempre has ido de esa mano. Cógela fuerte, Robert, y no la sueltes” (Pág. 292), en la última carta que le escribe.
Desde el día en que el destino, o el arte, les permitieron conocerse el uno al otro, estrecharon un gran vínculo de confianza. Cada uno había encontrado su otra parte. Solo ellos entendían el lenguaje, no solo artístico, sino humano de cada uno. Se amaron verdaderamente, se entregaron de forma recíproca. “Patti, nadie ve como nosotros, me dijo” (Pág. 92). Pero pasado un tiempo, la separación. A pesar del dolor, de la distancia, de parejas diferentes, de caminos distintos, esta separación hace que los dos puedan conocerse mejor, facilita el autoconocimiento de cada uno. Asimismo, la distancia ratificará el amor que se sienten. Sin embargo, y teniendo en cuenta que hubo reencuentros amorosos y sexuales entre los dos, el tiempo les permitió algo más: saber que mi pareja, ante todo, es mi gran amigo. Y, tal vez, es lo que fueron y buscaron desde su infancia. Más que amor, que lo hubo, existió una gran amistad entre los dos. Una como poeta, otro como fotógrafo, la ayuda del otro contribuyó a que el arte de cada uno ebullicione a grado máximo. El camino más difícil lo tuvo Robert, quien mediante sus fotografías e instalaciones escandalizó al conservadurismo y puritanismo que aún se vivía en aquellos años.
La homosexualidad, un modo de libertad desde luego, no era considerada como un tema artístico en los museos. Sin embargo, Robert expone sus trabajos en uno, consiguiendo la valoración y el respeto posteriores. No olvidemos, además, que la obra de Robert tuvo varias etapas, desde un cristianismo heredero de su años mozos, pasando por un estilo satánico, una línea bizarra –presencia de hermafroditas, microcéfalos, hermanas siamesas, etc.- entre otras, llegando al tema del cuerpo masculino, a la homosexualidad como armonía y geometría, y, descansando inexplicable y raramente, en varias fotos de flores a colores. ¿Quién podía entender todo ello sinceramente? Pues su fiel amiga, su fiel compañera, a la que regaló la última foto que llegó a tomar: la de Patti y su segunda hija, Jesse (Es curioso que la autora no haya profundizado o detallado la relación su esposo, así como lo hizo con relaciones que tuvo como la de Robert o Sam Shepard. Solo lo resume de esta manera: “Del hombre que se convertiría en mi marido, solo deseo decir que era un rey entre los hombres y los hombres lo conocían” (Pág. 279).
Libro de amigos, libro de libertad, libro de artistas. De verdaderos artistas.
Patti Smith, Wild Leaves, canción que la cantautora escribió para su fiel amigo.