Por: Jorge Luis Duárez M.
Las ciencias sociales en sus orígenes fueron pensadas como herramientas para el progreso. En las obras de los llamados “clásicos” de las ciencias sociales podemos notar el interés por desarrollar un conocimiento sobre lo social que permita generar alternativas de integración y organización. Así, en la sociología tenemos a Durkheim, quien enfatizó en los valores morales como elementos claves para la integración social, Weber quien destacó la importancia de relacionar la racionalidad a valores para el desarrollo de la sociedad moderna, y Marx quien planteó el imperativo de abolir la sociedad burguesa de clases a partir del conocimiento de las condiciones materiales de existencia que determinan al capitalismo. Esta relación ciencias sociales-progreso o ciencias sociales-desarrollo se ha mantenido y profundizado en diversas propuestas teóricas contemporáneas. Esa es la “mística” que, por ejemplo, uno encuentra en la facultad de ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
La facultad de ciencias sociales de San Marcos ha servido como espacio para el desarrollo de diversas interpretaciones de “la sociedad peruana”, aportando al debate y la reflexión sobre el desarrollo nacional. Intelectuales como Julio C. Tello, José María Arguedas, Aníbal Quijano, Julio Cotler, Carlos Iván Degregori, entre otros, son claros ejemplos de ello, mostrando no solo el valor de las ciencias sociales como disciplinas, sino también el valor de la universidad pública en un país que anhela ser democrático. Sin embargo, ese quehacer científico se ve en la actualidad seriamente limitado por una serie de problemas que afectan a la facultad.
A pesar de contar aún con algunos profesores destacados y alumnos comprometidos con el desarrollo de las ciencias sociales, la facultad carece de horizonte. La falta de una política científica (la cual se expresa en, por ejemplo, ¡la no existencia de líneas de investigación definidas!), la corrupción, la precariedad de su infraestructura, el autoritarismo de sus autoridades, entre otras, ponen en peligro este importante espacio público para la reflexión y el debate sobre los problemas nacionales. Sin espacios institucionalizados de investigación que involucren tanto a docentes como a los alumnos ¿se puede sostener una facultad de ciencias sociales de calidad? ¿Acaso una facultad se puede reducir al mero dictado de clases? ¿Dónde queda la producción de conocimiento?
El problema en la facultad es académico y político. Académico porque la calidad de la educación y la investigación están en cuestión y político porque la propia organización de la facultad se encuentra colapsada. El estado actual de la facultad de ciencias sociales de San Marcos expresa también la crisis de la Universidad Pública en el país, tan golpeada desde hace décadas no solo desde el gobierno central, sino también por agentes que al interior de las universidades públicas se preocupan más por la repartija que por la producción de conocimiento, entre otras, del social, ésas que fueron pensadas para el desarrollo.
2 comentarios:
Duárez tu art´culo me parece que ataca una parte del problema. Si bien es cierto que la estructura de la universidad es deficiente, los alumnos tampoco se inclinan hacia la investigación. No quiero ser voluntarista ni nada, pero me parece que el estudiante de san marcos ha perdido capacidad de análisis. Y, para colmo, la universidad no tiene los medios para depurar a sus alumnos.
Muy cierto el comentario anterior. Ya no se trata solo de deficiencias administrativas o académicas. A gran parte de los alumnos, simplemente, no les interesa la investigación.
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