Por: Naná Lavalle E.
Es gracias a Rebeca que me he decido a revisar este tema tan bien entendido por los estudiosos de los fenómenos que la contemporaneidad artística peruana de los últimos 40 años nos ofrece. Ella - para mi suerte, una gran amiga - es una brillante joven chilena que cursa una maestría en Estética en París y que llegó al Perú a llenarse de información para redactar lo que será su memoria de culminación de posgrado. Vino a mirar de cerca conceptos que muchos tenemos ya aprendidos como si fuera la tabla periódica, pero que en su reformulación y comentario nos arrojan nuevas reflexiones acerca de ese corpus artístico moderno, que se encuentra en constante movimiento. Es una buena cantidad de temas los que iremos desglosando a lo largo de estas fatigadas columnas. El vacío museal y la museotopía, bajo las reflexiones de Gustavo Buntinx, son básicos para el entendimiento de lo gestado por diferentes organizaciones de ingeniería museológica, que desde fines de los ochenta vienen trabajando, pero que alcanzan un punto álgido a inicios del nuevo siglo.
Para hablar de ambos conceptos, bastante ligados entre sí, es importante entender al arte – dígase, producto artístico- como resultado de una actividad social, inserto en un contexto y en una realidad específica. Buntinx explica cómo el desarrollo tecnológico homogeniza y estandariza la producción y, de ese modo, la evolución resulta ser una mutación que mantiene la idea pero diversifica sus medio de materialización. Así se gestan lugares paralelos, moldeados a la realidad artística que buscan representar y que logran llenar los espacios que las políticas culturales de las instituciones desatiende.
Es en esa desatención que se explora el concepto de vacío museal como la falta de espacio institucional para la exhibición permanente del arte moderno desarrollado desde la década del setenta en nuestro país. Nace entonces, en los ochentas, la idea del museo inmaterial pero residente en su propio contexto y presto a cumplir las labores museológicas que la institucionalidad se ha negado o ha sido incapaz de sostener. La vida pública del arte estaba entonces completamente asimilada al formato galerístico, que si bien ayuda a la difusión y es pieza clave para el comercio, no estudia la fenomenología ni hace retórica en la historia del arte de su tiempo. Museotopía, un museo utópico, un espacio inexistente-existente que exhibe y estudia, que se sirve de los espacios institucionales que se brindan, que financia, que gestiona, que publica, que es un museo todo terreno en un escritorio y frente a un teléfono; que en nuestro tiempo constituye industrias culturales frente a un computador, porque la modernidad nos hace mutar hacia nuevas formas sin perder la intencionalidad.
Industrias culturales. Si. Es justo hablar de industrias que producen arte de forma integrada. No sólo proyectos de galería, sino también de investigación y publicación, análisis, teoría y crítica. Y el mejor ejemplo de este trabajo en nuestro medio es el de Micromuseo "Al fondo hay sitio" que trabaja bajo la dirección de Buntinx, autodenominado “chofer” que dirige esta maquinaria de museo nómada desde inicios de los noventa y cuyas ejecuciones en el ejercicio artístico han sido ininterrumpidas. Desde mi experiencia como estudiante de historia del arte, habitante del mundo paralelo de las galerías y consumidora de libros y fotocopias, este equipo con sus propuestas ha sido de los más influyentes en la estética oficial peruana de los últimos años, elevando lo no oficial – productos culturales – a un espacio de exhibición y debate, tomando temas diversos que vinculan las piezas de arte con su contexto o materializándolas a través de la recopilación y archivo de objetos museables, llevando las investigaciones al plano visual, lo que marca una línea de trabajo compleja pero que caracteriza el rol innovador en su apuesta.
Y la pregunta ahora es ¿se superó el vacío museal? No se puede afirmar esto categóricamente. Se pueden exponer dos casos de salas que se han aperturado recientemente y han sido pensados íntegramente para la exhibición permanente de arte contemporáneo. El Museo de Arte Contemporáneo de Lima (MAC) que sufrió, paradójicamente, la problemática de ser un museo inexistente, que gozaba de una colección y de un patronato, pero cuya construcción no se ha concretado sino hasta el mes de diciembre del año pasado por una serie de juicios entablados con la Municipalidad de Barranco por la tenencia del terreno en el que se ubica, y que ha desatado una serie de apasionamientos e imputaciones por parte de un amplio grupo de artistas que donaron obras para su colección y subasta. Se configuró todo un fantasma que estalló en los medios de comunicación hace algunos años. En la actualidad, está exhibiendo en dos ambientes parte de su colección contemporánea, cuya curaduría ha recaído en Élida Román. Las salas resultan ser la mínima expresión de lo planificado en el tour virtual por el “futuro museo” que se ofrece en su página web y, por su historial, podemos afirmar que este valiosísimo espacio seguirá configurándose de a pocos.
El otro caso que ha resultado bastante importante es la sorprendente inauguración de la Gran Muestra Permanente de Arte Contemporáneo en las salas de exposición permanente del Museo de Arte de San Marcos el pasado 9 de noviembre del 2011. Y lo califico como sorprendente, porque siendo una institución que maneja un limitado presupuesto ha sabido entregarnos una formidable colección tras poner en marcha un programa de donaciones con la que lograron llenar importantes vacíos. La sala incluye alrededor de 170 obras entre pinturas, esculturas y géneros variados, basándose en ejes temáticos que nos permiten entender los cambios estéticos y las corrientes artísticas en sus bien desarrollados contextos, bajo la curaduría de Kate Cabezas y Karina Curillo. Ellos demuestran, tras la visita de la sala, un trabajo impecable de gestión y museografía. Existe un pero, si, y es haber perdido la posibilidad de presentar algún proyecto que pueda exponerse en un espacio de galería tan bueno como el de las salas que ahora contienen la colección.
Estos dos ejemplos nos ayudan, desde diversas perspectivas, a entender el camino que se va configurando en pro de espacios concretos para el arte actual. No quiere decir que el concepto de museotopías desaparezca cuando existan, de manera efectiva, los espacios institucionales pertinentes. Nada de eso. Debemos volver siempre al tema de la mutación, a ese vuelco que la modernidad nos ofrece para seguir con la materialización que la escena contemporánea exige.
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