martes, 2 de agosto de 2011

Dígame usted, señor periodista


Sobre el manejo de información y el modo de informar

Por: Rómulo Torre Toro
El 28 de julio no trajo solamente las novedades del mensaje de Humala y la lamentable actuación de Martha Chávez, no solamente la expulsión de Carlos Bruce de Perú Posible y la juramentación de los nuevos ministros. Uno de los invitados a la transmisión de mando vino con cola.  Una cola que generó la airada reacción del diario Correo y una nota preocupada en la revista “Domingo” del diario La República. Rafael Correa llegó a Lima y, con él, el problema de la prensa y la libertad de expresión.
El problema, todos lo saben, no es una novedad y mucho menos exclusivo del Ecuador. Es un problema que afecta a todas las sociedades en el mundo y que está ligado a las relaciones de poder que pugnan dentro de ellas. El asunto es que en Ecuador se ha tomado ya una decisión al respecto: el juicio. Correa ha optado por demandar al diario más importante del país norteño, exigirle una reparación de ochenta mil dólares y cerrarles la boca por lo que él llama difamación y mal uso de la libertad de expresión. Podemos criticar esta posición y tildarla de autoritaria, rasgarnos las vestiduras y clamar justicia, y hasta graficar nuestra indignación como lo hizo el impresentable Aldo Mariátegui en el diario que dirige. Podemos o no criticar a Correa, pero las cosas están planteadas: ¿qué sucede con la prensa?
O mejor: ¿qué hacer con la prensa?
Para responder a la primera pregunta, es necesario recordar el papel que ha jugado en los últimos años en la formación de una corriente de opinión pública en la sociedad peruana. Un papel que ha estado marcado por aquello que Terry Eagleton llamó la “política del olvido”: hacernos creer que el mundo en que vivimos no tiene pasado ni historia, que carece de fundamentos que lo sostengan y que existe una sola manera de explicarlo. Esto lo vemos muy claramente, por ejemplo, cuando periodistas como Jaime de Althaus o Raúl Vargas “analizan” las noticias. Pensemos por un momento en la masacre de Bagua. Ninguno de los señores mencionados dijo en sus sesudos análisis que sucesos como ése se repiten en nuestro país tan seguido como las novelas de Televisa. Ambos se preocuparon más en demostrar su horror frente a la barbarie, en exigir justicia para las víctimas policiales y en condenar a los pobladores amazónicos. Nadie dijo por qué se produjo el conflicto y, si lo hicieron, fue para reafirmar la conducta irracional de los protestantes y respaldar la postura del Gobierno.
La prensa tiene como pilar de su discurso y de su derecho a la libre expresión, un principio que destaca a cada momento como prueba de su valor: la objetividad. “Panorama”, el programa periodístico más objetivo y veraz. “Cuarto poder”, el poder de la gente. “Sin medias tintas”, la palabra de Dios como garantía. La objetividad de la prensa nos indica a nosotros, los televidentes–oyentes–lectores, que la información que recibimos es tal cual sucedió, que no ha sido recortada o manipulada y, por lo tanto, estamos viendo versiones íntegras de las noticias, versiones que reproducen todo con exactitud o rigurosidad. Nada más falso. El simple hecho de editar la noticia indica que hay algo que se oculta y algo que se exhibe. Y este procedimiento responde a alguna razón que puede ser desde ideológica hasta práctica –en el sentido más acomodaticio de la palabra–: cómo representar el Perú para la gente, qué imagen brindar de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro a las capas medias y populares. De este modo, se genera una corriente de opinión que se dirige hacia un punto específico, hacia un proyecto de país. Pero, sobre todo, tiene el efecto de generar un modo de razonamiento político, histórico y cultural en los ciudadanos.
Ahí está lo que más nos preocupa.
Porque al saber que estamos a merced de la voluntad y conciencia de Aldo Mariátegui o de Juan Paredes Castro, solo podemos esperar ciudadanos que vivan en el fenómeno del momento, en el reggaetón con más flow, en la moda peruana de la gastronomía y de Machu Picchu, en la preocupación por la alteración en el modelo económico y el status de vida. Lo vimos en las elecciones, donde miles de jóvenes nuevos limeños vivían al borde de un colapso nervioso porque creían que les iban a quitar sus blackberry, sus ipod, o, en el mejor de los casos (los más conscientes), temían perder la posibilidad de decir lo que quisieran. Pero no son los únicos. Muchos adultos y jóvenes creen que la Constitución de 1979  fue la responsable del “atraso nacional” y del “autoritarismo” (¿?) cuando, en muchos casos, no saben qué dice realmente dicho documento. Y se aferran a una Constitución que sirvió de marco legal a la dictadura de Fujimori quien, además, la violó sistemáticamente.
De este modo, podemos estar seguros de que la prensa es uno de los mecanismos que se utiliza mejor para mantener el estado de cosas. Crea miedo, incertidumbre y, por efecto casi newtoniano, genera el desprecio por el otro, por aquellos que son o somos distintos. Pareciera que están empeñados en hacer de los televidentes–oyentes–lectores, una masa homogenizada que reaccione contra cualquier intento por cambiar, por mover la más mínima ficha de su sitio. Lamentablemente, les está dando resultado.
Para terminar, nos queda la segunda respuesta pendiente. En verdad, la segunda respuesta es el objetivo de esta columna: quien quiera que diga qué hacer, qué postura tomar, qué regulaciones seguir o qué garantías adicionales otorgar. Porque después de todo, como dijo Alberto Flores Galindo, la cuestión de fondo es qué país se quiere, en qué país queremos vivir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante análisis del modo en que opera la prensa en nuestros días (y en nuestros países). La segunda pregunta es la más difícil de responder: ¿Que hacer con la prensa? sin ser tildado de totalitario. Lo más atinado sería promover el establecimiento de medios que representen a diversas tendencias políticas y organizaciones sociales. El asunto es ¿cómo?

Anónimo dijo...

Me parece bien qeu haya gente que piensa de manera libre y critica, porque además la verdadera prensa, en mi opinión; ha de recoger la expresión genuina de la sociedad civil asi como sus demandas sociales, no sensacionalismo impropios de un pais tan rico como el nuestro. Sigan adelante!
Marcosccori

Carolina dijo...

te felicito rómulo, estamos de acuerdo que la prensa representa los intereses de clase de los grupos de poder y por lo tanto el status quo, si tenemos en claro que el objetivo es construir un proyecto de país, entonces los medios de comunicación deben estar bajo esa orientación, con objetividad, debe dejar entonces de pertenecer a ese oligopolio, a que manos debe pasar eso es algo que se deberia debatir.