Por: Bruno Yika Zapata
Hace unos días vi en un titular periodístico que Perú Posible estaba negociando ministerios con el gobierno electo. Asimismo, y de forma explícita, PPK “ofrecía sus servicios” al líder de Gana Perú. Del mismo modo, un día después de las elecciones, algunos ex ministros apristas y toledistas ejercían “presión” para que se definan los puestos claves en el Poder Ejecutivo. En este contexto ¿Será posible la tan anhelada gran transformación? O más bien sucederá lo que dice Daniel Bell[1]:
“Las estructuras de la sociedad cambian mucho más lentamente; sobre todo los hábitos, las costumbres y los modos tradicionales establecidos (…). Hasta cuando el orden político es derribado por una guerra o una revolución, la tarea de edificar una nueva estructura de la sociedad es larga y difícil, y debe necesariamente usar los ladrillos del viejo orden.” (1997: 21)
En el caso peruano, esos hábitos, costumbres o modos tradicionales establecidos no muestran cosas muy prometedoras. Como diría Julio Cotler[2]: “(en) la política peruana – y en general la hispanoamericana – (se) institucionalizó el clientelaje y caudillismo personalista, revitalizando así las formas coloniales de dominación.” (2005: 91). El siguiente gobierno ¿Podrá cambiar las relaciones patrón – cliente, o más bien tendrá que pagar aquellos favores políticos brindados por un ex candidato que aún que se encuentra dolido por no ser él el presidente del Perú?
En ese sentido, Ollanta Humala y su equipo de gobierno tienen algunos retos que cumplir a corto plazo: 1) Impedir que las redes clientelares que ya se están moviendo entre los diferentes poderes económicos, tanto dentro como fuera del Estado, se inserten una vez más en la política estatal y 2) Cumplir muchas de las promesas que buscan que la riqueza esté mejor distribuida (sin caer en asistencialismos baratos que se presten a vicios de corrupción).
El próximo presidente tendrá una tarea ardua, difícil y hasta diría contradictoria: satisfacer a los grupos de poder económicos y contentar a la gente que votó por él. Por ello, tendrá que saber sortear todos estos vaivenes, no entrar a gobernar con revanchismos y, lo más importante, no olvidarse de los miles y miles de peruanos que pusieron su confianza en el sueño de la gran transformación.
Soy un poco escéptico frente a todo ello pues no creo que se pueda satisfacer a todos. El camino que viene es difícil y como diría Nietzsche “tortuoso y aberrante”. Lo único que queda es esperar y estar vigilantes y que esta odisea política no sea la del eterno retorno.